Reía el viejo aquel que era bondadoso, dadivoso y acogedor con todos; recordaba a su natal Patara (actual Turquía) donde había nacido en el año 270; de niño aprendió a compartir con los que menos poseían y se enrutó a la vida consagrada.
Fue ordenado sacerdote y quiso conocer la tierra santa quedando impactado por la pobreza que abrazó Jesús de Nazareth en toda su vida; fue nombrado obispo de Myra en Turquía y pronto se distinguió por su amor a los más pobres; asistió al Concilio de Nicea donde resaltó la divinidad de Jesús y la necesidad de celebrar su nacimiento entre nosotros llamado el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios. Fue perseguido por sus palabras y obras y encarcelado para ocultarlo y silenciarlo.
Se cuenta que daba en silencio como aquella vez que sabiendo de una familia que iba a ser tirada a la calle por no pagar a tiempo el arriendo él pasó en la noche y dejó en la ventana de la casa el dinero suficiente para pagar; le encantaba reunir los niños, enseñarles los buenos modales y darles ropa y juguetes.
Su risa se apagó el 6 de diciembre del año 345 a los 75 años de edad; pronto su fama se extendió y en países como Rusia, Grecia y Turquía se le veneró como a santo y con el tiempo nacieron leyendas propias de aquellos territorios como el verle todo de rojo (como obispo) con su gorrito de invierno, con trineo, renos y regalos y haciendo escuchar su alegre risa de saludo.
Se le llamó San Nicolás o santa Claus pero su figura dio un vuelco que oscureció un poco la bella historia; el caricaturista norteamericano Thomas Nast en el siglo XIX pintó a San Nicolás con la presentación que hoy le conocemos en todo el mundo como el viejo regordete cargado de regalos para todos; el comercio aprovechó esta efigie y enrutó la Navidad no a la celebración del Niño Jesús sino a la fiesta de regalos, comilonas y bailes.
Pronto grandes firmas como Coca Cola lo adoptaron como símbolo navideño y la figura del llamado así Papa Noel desvió en gran manera el aspecto celebrativo religioso original de la Navidad con San Nicolás incluido.
Por ello podemos decir que Noel no es Navidad, que la figura central de esta celebración no es el simpático viejo sino que es Jesús de Nazareth que viene como el gran regalo para toda la humanidad.
Es mejor llenar de pesebres y luces este tiempo, de usar la corona de Adviento, de orar juntos con la novena de Navidad, de compartir algo sencillo con los más necesitados y con quienes amamos que pensar solo en el papá Noel de costosos regalos.
La felicidad navideña es recibir un regalo: Jesús de Nazareth y compartir este gozo.
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