No me refiero al bello teatro Olimpia que fue demolido en forma inexplicable hace ya muchos años y era uno de los más suntuosos de Colombia y en el cual se vivieron gestas de arte, cine y teatro de alta calidad para la ciudad y la cultura caldense.
Hago referencia a la existencia, al mundo en el cual existimos, al tiempo de nuestro paso por esta tierra y nuestras actuaciones de cada día que tejen una historia que puede ser bella o maléfica según la manera de actuar, pues como lo dice el Evangelio: “por sus frutos lo conocerán”.
Mirando las actuaciones de los seres humanos que hacemos historia personal y social y tenemos la capacidad de dejar huellas en los caminos recorridos, en los años vividos, en las etapas recorridas, un gran escritor de resonancias reflexivas no solo descriptivas como Pedro Calderón de la Barca escribió su obra: “el gran teatro del mundo”.
El 16 de mayo del año 1929 la Academia del arte cinematográfico llamado el séptimo arte entregó por primera vez el premio “Óscar” de la Academia al mejor actor del año y de su época, el señor Charles Chaplin, reconocido como ícono indiscutible de la perfecta manera de actuar en la interpretación de los personajes que casi siempre él creaba.
Nadie niega el valor de interpretación de Chaplin en las diferentes actuaciones de sus películas que impactan por su precisión y fuerza comunicadora de viviencias, emociones y hasta reflexiones que son parte del séptimo arte.
Vale la pena recordar el premio Óscar, al gran Chaplin y al genial Calderón de la Barca que cada uno de nosotros hoy localice su rol de actor en el mundo, de intérprete de la película que cada uno desarrolla desde que nace hasta que fenece en el transcurso de sus días, años y circunstancias de la vida.
Cada uno es actor en la vida, tiene un papel que construye o destruye, que puede ser calificado de bueno, regular o malo según la manera de comportarse en su relación con Dios, con los hermanos de raza, con los seres del universo sean micros o macros organismos, parte del cosmos o del entorno familiar e íntimo.
Estamos llamados a ser buenos actores, a corresponder al rol en el cual vivimos, a hacer el bien, a lograr ganar el “Óscar” de la actuación humana como quien logró vivir bien y hacer lo correcto cada día; el Evangelio dice que eso es posible cuando se nos diga “bien, servidor fiel, entra al gozo de tu Señor”. Es ganar para siempre el “Óscar” deseado.
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