San Francisco de Asís la llamó “mi hermana agua” agradeciendo todos los beneficios que reporta tan vital líquido a la existencia del planeta, del ser humano, y tal vez del cosmos; el científico y técnico de la naturaleza ve en ella el compuesto de hidrógeno y oxígeno que aún no ha podido ser reproducido en la probeta de un laboratorio.
El común de las personas vemos en el agua el vital líquido útil para todo, que cuando se sale de su normalidad produce por su falta la sequía y la sed, o bien por su aumento las inundaciones y catástrofes que llenan de miedo los pueblos.
La verdad es que está bien recordar hoy que el agua es elemento primordial en la vida hasta el punto que muchos aseguran que la vida en desarrollo brotó del agua y que los animales primigenios surgieron del mar desde las escalas más elementales hasta la más compleja y hermosa como es la vida humana.
Sea como sea, o desde el ángulo que se me mire el agua, bien hizo la ONU al dedicar un día al recuerdo de la valía y cuidado que se ha de tener con el elemental líquido y componente de la salud total de la tierra.
La vida misma reconoce como un himno los beneficios del agua; morimos de sed si falta y de ahogamiento si abunda fuera del equilibrio establecido; es cantarina en los riachuelos pero arrasante en las crecidas fruto de su abundancia fuera de lo normal.
Estamos invitados a cuidar el agua; a no abusar de su uso y gasto, de pensar en el futuro de la humanidad y el planeta para que no terminemos en desastres evitables si usamos bien de todos los elementos primarios de nuestra tierra.
El cristianismo y casi todas las religiones de la tierra han enaltecido el agua: la han colocado como signo de vida nueva (el Bautismo) con sus consecuencias de limpieza, transparencia de vida y fecundidad en las obras así como el agua es transparente, limpia y da fecundidad.
Si bien ya pasó el momento crucial en el cual por el intenso verano y calor razonamos un poco más de lo normal sobre el valor del agua para la vida planetaria, sigue vigente la responsabilidad de ser prudentes, cautos e inteligentes en el vaso del agua pensando en las futuras generaciones a las cuales debemos regalarles un planeta en equilibrio.
El papa Francisco en su carta “Laudato” sí nos hace esta invitación y nos llama a no dejar de alabar y agradecer al Creador las inmensas bellezas del Universo.
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