Este día tiene la marca de dos memorias que vale la pena resaltar. El 14 de marzo del año 1973 falleció el compositor Rafael Godoy, quien nacido en Colombia pasó a Venezuela al sentirse en peligro por sus participaciones en protestas sociales; nunca olvidó a su patria y por ello regaló páginas musicales de alta valía; junto a “Mi cafetal” regaló el bello bambuco “Soy colombiano” que ha servido para muchas oleadas de fervor Patrio.
Este 14 de marzo está también dedicado a otra grata memoria: es el día nacional del trabajor de construcción, del llamado obrero que con sus manos poderosas y sudor en su cuerpo levanta casas, edificios, puentes y abre carreteras y vías que hacen bella y feliz nuestra patria; su labor es aporte al progreso de los seres humanos, son hermanos que nos brindan en la copa de su sudor y cansancio el néctar de la belleza de lo construido, de la casa hermosa, la carretera como serpentina de alta duración, el edificio como símbolo de creatividad y finura en el uso de los materiales; pueblos, caminos y ciudades se ven ornados por esta eficiente labor.
Tanto el músico como el constructor son edificadores de vida nueva y mejor, regalan notas de esperanza al cantar a la patria y musitar entre sollozos “soy colombiano” o llegar a la casa o la escuela que el obrero ha levantado con fortaleza y decisión.
Es un reto a la existencia de cada uno que debe ser constructor de mundo nuevo, de una civilización del amor que omita en el diario vivir el odio, la venganza, el rencor o la envidia que destruyen la armonía primordial.
Ojalá rompamos la repetición casi infinita de la página bíblica que nos narra como el ser humano ha sido creado a imagen de Dios para vivir en el Edén verde y florido, adornado con cantos de variados pájaros y sonido de aguas de ríos, pero que se ve suspendido por el asomo del rencor y la envidia en el acto doloroso de Caín y Abel.
Seamos hoy constructores de un país nuevo, aprendiendo a “reaccionar amando” no con la vieja violencia que desgrana trozos de dolor y sangre sino con la diaria convivencia respetuosa, alegre, justa y servicial que nos dé el gozo de ser hijos de Dios y convencidos de la riqueza de poder anunciar “soy colombiano” como lo hace nuestro valor musicial Fabio Alberto Ramírez con sus cantos de olor a patria, hogar y sano afecto.
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