No me refiero al cambio de Gobierno colombiano que desde hoy inicia una etapa con nuevo presidente que esperamos siga orientando el progreso de nuestro país, sino a cambios que a diario hacemos desde cúpulas directivas hasta llegar a espacios personales que nos retan a cambios de conducta, pensamiento, metas, estudio y comportamientos.
Muchos estados emocionales brotan por asumir cambios no convenientes o perjudiciales para el avance diario vital; una aventura afectiva, un embarazo inesperado, una reacción veloz o una indiferencia hiriente pueden de tal manera impactar nuestra vida que la pueden sumergir en ámbitos de triunfo, fracaso o inseguridad permanente, en expresiones de miedos y odios que carcomen la felicidad.
Me parece útil iluminar todo esto con la memoria que el calendario cristiano trae hoy ocho de agosto: Santo Domingo de Guzmán. Nacido en España en 1170 crece como un joven sano, estudioso y trabajador; casi se une a los pasos guerreros de las Cruzadas nacidas como expulsión de herejes y opta mejor por un medio concreto, el que siempre debe vivir la Iglesia sea cuál sea su denominación: la predicación de la Palabra en el ámbito del amor.
Da inicio a lo que se llamará la "orden de predicadores"; con un grupo de 16 compañeros toma varias poblaciones de Francia y España y después de toda Europa llamando al perdón, a la no violencia de palabra y obra para estar en la línea evangélica del amor.
Murió en 1221 con la alegría de ver cómo la fuerza de espada en mano de las Cruzadas, medio muy usado y bien visto en tiempos de caballerías y lanzas terminaban y de nuevo se volvía a la fuerza evangelizadora de la Palabra bíblica, los gestos sacramentales y las obras de amor concreto al prójimo.
Muchos podemos tener hoy un buen espejo en esta experiencia Dominica; para acertar en los cambios que debemos tener, en los pasos que debemos dar recordemos un principio que Santo Domingo recalcó: "tradere contemplata" es decir entregar, dar, anunciar lo contemplado, reflexionado, discutido y bien asimilado: "entregar lo contemplado".
Ningún paso debemos dar hacia cambios fuertes, ninguna palabra debemos decir si antes no se ha madurado el motivo en el silencio, la calma, es decir la oración; dicen de Santo Domingo que "siempre estaba hablando con Dios o de Dios": buen programa para quien desee hacer obra de evangelizador, de discípulo misionero hoy, de dar por doquier buenas noticias de salvación, liberación, vida serena y recta.
En épocas turbulentas y violentas hace falta madurar en silencio, reflexión y oración lo que debemos decir y hacer; dará cambios oportunos y buenos.
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