Hasta hace algunos años, el 31 de octubre era el "día del ahorro": se aprovechaba para invitar a la buena costumbre de ahorrar previendo el futuro de las personas y familias; aún no se hablaba de ahorrar agua y energía ya que el cambio climático aún no asomaba sus preocupantes rostros.
Pero después de algunos años entró una costumbre lejana a nuestra cultura: la fiesta llamada de los "brujitos" que impulsa el movimiento comercial y fiestero hasta convertirse en un derroche de dinero en disfraces, dulces y hasta licor ya que no se disfrazan tanto los niños sino los jóvenes y adultos que dan rienda suelta a expresiones a veces de mal gusto y en los últimos años hasta en peligro se ha convertido la exportada celebración porque algunos grupos llamados satánicos, consumidores de droga y hasta proxenetas la emprenden contra los niños dando dulces con alucinógenos y tomando pequeñines para ritos oscuros y servicio de prostitución.
Nuestra tendencia a convertir todo en rumba, ocasión de diversión o violencia, cambió el ritmo de esta celebración que tiene su origen en la región Celta y en países de ritmo en las estaciones climáticas; la noche del 31 de octubre se celebraba allá el gesto de despido de fantasmas y males que en vísperas de la fiesta del primero de noviembre, la conmemoración de todos los Santos, se hacía para expresar cómo para ser santos se requiere expulsar los tropiezos que estorban ese ideal; en brujos y oscuridad se representaban los males que pueden ser obstáculo para la vida de luz y bien que trajo Jesús de Nazareth.
Los niños eran los que salían a cantar canciones que expresaban su deseo de que se retiraran para siempre los que encarnaban el mal y el miedo; no eran ellos los disfrazados: por ello no es cercano a la verdad disfrazar a los niños de brujos, calaveras y expresiones de miedo; tampoco los dulces que recibían eran para ellos sino que al día siguiente iban a visitar a los niños enfermos o pobres y compartían los dulces.
Extraña que se una esta fiesta a demonios, calaveras, brujas, telarañas, huesos cuando lo que se quiere celebrar es la apertura de la vida a lo bello, bueno y bonito de la vida recta expresada en el llamado a la santidad que a todos se hace.
Es la continuidad del contraste entre lo oscuro y la luz, el miedo y el gozo, el término de un periodo frío hacia uno luminoso, el desierto y la tierra bella, el pecado y la Gracia, la tristeza y la alegría. Son dos días que van unidos: sí a la liberación de las oscuridades, maldades, fantasmas para pasar a la posibilidad del ser santos y felices.
El ahorro se volvió derroche... pero es aún tiempo de salir de la oscura noche.
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