En la actualidad surge con una belleza espléndida la Catedral Basílica de Manizales que parece brotada de una nube de fantasía: luce limpia, como nueva, como recién terminada tal y como se presentó el año 1939 después de once años de titánico trabajo.
Dentro del plan de recuperación de la Catedral esta primera etapa muestra eficacia y rapidez; la limpieza a las torres y a todo el cuerpo del Templo la hace lucir resplandeciente y sobre todo con el baño del líquido que da mayor consistencia al cemento y evita la flojedad del hierro por el paso de los años.
Sabemos que la Catedral por el vaivén del tiempo necesita ser reforzada en su estructura como se está haciendo, pide el cambio de algunas de las estatuas o imágenes de las torres para volver a la idea original, obra en la cual está laborando nuestro artista Luis Guillermo Vallejo con belleza, precisión y creatividad.
Los inmensos rosetones con sus grandes vitrales que ofrecen una catequesis visual y multicolor, las imágenes exteriores, las puertas y la cruz de lo alto, los variados vitrales de alto valor cultural y artístico, todo ello necesita refuerzo, limpieza y nueva presentación que lleve a conservar este Templo, joya del Eje Cafetero y de Colombia, catequesis viviente, testimonio de la fe y valentía de un pueblo que se atrevió a habitar en estas alturas, construir una hermosa ciudad y levantar una de las más grandes Catedrales del Sur América.
París tiene su torre Eiffel como su símbolo, Roma tiene a San Pedro en el Vaticano, Zipaquirá tiene en la catedral de sal un monumento a la audacia y creatividad, Bogotá tiene en el santuario de Monserrate una visible figura de altura, Nariño tiene en las Lajas una perla empotrada en la montaña y Manizales y Caldas tienen en la Catedral Basílica un testimonio de la ardentía, nobleza y arte de esta raza competidora de las alturas del cóndor.
Sin la Catedral estaríamos como una ciudad más luchando entre lujos y pequeñeces, trivialidades y ensayos buscando crecer y ofrecer belleza, pero con la Catedral tenemos un símbolo de crecimiento, de gusto por la belleza, de unión por el progreso, de fe y amor entrelazados buscando las alturas de salvación señaladas por las agujas de sus torres.
En el día parece una dama elegante y limpia como María de Nazareth desde su humilde origen y en la noche semeja una montaña de luces con ojos de fantasía, que mañana tendrá en lo alto de su torre central coronada por el crucifijo pascual un faro luminoso que nos recordará que vivir es dejarse iluminar por los torrentes de luz como dones del Señor.
Todos estamos llamados en este momento crucial a dar la mano y la dádiva para hacer posible la finalización de este proyecto de refuerzo y restauración de nuestro amado simbólico, la Catedral Basílica de Manizales, escudo de una valiente y creyente raza. Es trabajar por el ayer, el hoy y el mañana.
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