El 25 de abril del año 1945 un grupo de representantes de varias naciones decidieron crear un organismo que facilitara la cercanía hacia la unidad de la humanidad, que hiciera posible la superación de conflictos, divisiones, distintas maneras de pensar, diversas etapas históricas.
Nació así la “Organización de las Naciones Unidas” con la esperanza de no volver a vivir hechos tan horribles como las dos primeras guerras mundiales; la ONU ha logrado en verdad superar momentos de eminente enfrentamiento bélico entre Estados y maneras de pensar.
La ONU pretende alimentar la aptitud hacia la paz y la convivencia pacífica que se demuestre en actitudes concretas que abran el diálogo sereno; mucho se ha logrado en sus gestiones.
En nuestra querida región preocupa el olvido de tal aptitud y actitud; sus reacciones ante la diversidad de pensamientos como la manifestada en el pasado diálogo de candidatos a la Presidencia de la República que impidió el debate maduro y fraterno que se pretendía hacer en el teatro Fundadores es muestra de ello añadiendo que más preocupa al ver que la mayoría de quienes se muestran cerrados al diálogo cívico son parte de nuestros jóvenes que componen el grueso de una “ciudad educadora” como nos pretendemos llamar; ¿será que su conducta anti diálogo sereno será así en el hogar y centro educativo?
Analistas del contexto actual resaltan que nos estamos hundiendo en una trampa peligrosa de tipo cultural que se concretiza en un contexto social cada vez más propenso a multiplicar enemigos, a rechazar a los que son distintos, a negar la acogida al extranjero; es caer en el engaño de afirmar que debemos ser pluralistas y libres pero a la hora de la verdad no se admite a quien piensa distinto, se le insulta y rechaza, se crean muros e insultos.
Duele la verdad que una ciudad que ha sobresalido por ser hidalga y noble en aptitudes acogedoras y actitudes fraternas y tolerantes está ahora bebiendo en canales de odios, insultos, rechazos violentos; no estamos formando para la tolerancia y la fraternidad que son presupuestos para la paz.
Un fuerte llamado a la convivencia pacífica es urgente; debemos estar desarmados de corazón para aceptar los resultados de unas elecciones que son decisión popular y cada uno debe estar presto para dar lo mejor de sí para bien de un país que avanza hacia la madurez ciudadana en las rutas de la justicia y el combate contra el mal primario de la corrupción.
Haciendo eco al llamado del papa Francisco a Colombia “demos el primer paso” hacia la reconciliación, la apertura hacia la paz que requiere diálogo, convivencia, mirada amistosa, aceptación de la diversidad, manos abiertas no cerradas con el puño amenazante; es vivir lo que dice un salmo bíblico: “que bueno es convivir los hermanos unidos”.
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