Últimamente me he ocupado con frecuencia de los verbos ‘transitivos’, que, con algunas excepciones, no piden preposición alguna para la formación de su complemento directo (acusativo). Uno de ellos, ‘esperar’, al que, por influencia del inglés, le acomodan erradamente la preposición ‘por’, preposición que un redactor de El Tiempo le pospuso al verbo ‘exigir’, por influencia no sé de qué, pues no es anglicismo, en este pie de foto: “Miles de estudiantes en Estados Unidos salieron ayer a las calles para exigir por leyes de porte de armas…” (Internacional, 15/3/2018). “…para exigir leyes…”. Mejor todavía: “…para exigir leyes que regulen el porte de armas”. ¿Estudiarían castellano estos redactores? Posiblemente, pero tomando esta materia como una ‘costura’ más.
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Otra preposición mal empleada, ‘a’, en la siguiente oración de un editorial de LA PATRIA: “…está en el sector entre Chinchiná y Santa Rosa de Cabal (Risaralda), y es a ese tramo por donde se deben iniciar las ejecuciones y la inversión de recursos” (7/3/2018). Parece que el redactor se enguaraló con la última frase, ya que en ella no se habla de un lugar hacia el cual se dirige algo –en la que sí es necesaria la preposición ‘a’ (“vamos a Pereira”)–, sino el lugar ‘en el cual’ se debe comenzar una acción, por lo cual, la preposición indicada es ‘en’: “…y es en ese tramo en donde se deben iniciar…”. Es la lógica de la gramática: todas las preposiciones tienen –cada una– un significado peculiar, y casi siempre exclusivo, que les da el sentido a los complementos que introducen. Hay excepciones, por descontado, por ejemplo, ‘a’ y ‘hacia’, pero esto son otros cinco teruncios.
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En la locución exclamativa ‘¡mejor, mucho mejor!’, ‘mucho’ es un adverbio que modifica otro adverbio, ‘mejor’, ambos invariables. En cambio, en la sentencia evangélica “muchos son los llamados y pocos los escogidos”, tanto ‘muchos’ como ‘pocos’ son adjetivos que califican participios sustantivados masculinos, con los que concuerdan. Si los sustantivos son femeninos, femenina tiene que ser su terminación; si singulares, singular, porque, como adjetivos, son variables en género y número. Es la concordancia. Quizás, porque pudo ser un error de digitación, el buen columnista de El Tiempo Carlos Caballero Argáez pensó que en la siguiente información ‘mucho’ era un adverbio, modificador del adverbio de cantidad ‘más’: “…los partidos tradicionales se dividieron, y hubo mucho más competencia política…” (17/3/2018). No, en esa oración ‘mucho’ es adjetivo, que tiene que ser femenino, pues se refiere a un sustantivo del mismo género, ‘competencia’, como se aprecia mejor en este ejemplo: “Fueron muchas más las mujeres que acudieron al llamado”. En esta muestra y en la del periodista, el adverbio de cantidad ‘más’ modifica los adjetivos correspondientes. Hay también falta de concordancia en esta nota de LA PATRIA: “Muy acuciosos han estado la Procuraduría y la Fiscalía General de la Nación y hasta el mismo Partido Conservador…” (Editorial, 18/3/2018). Obviamente, el adjetivo ‘acucioso’ tiene que concordar con los sustantivos femeninos Procuraduría y Fiscalía, así: “Muy acuciosas han estado la Procuraduría y la Fiscalía…”. ‘Naturalmente’, como dice Claudia Bahamón en su comercial.
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En la campaña presidencial de Bill Clinton, alguien acuñó la frase “la economía, estúpido”, que convirtieron luego en “es la economía, estúpido”, usada desde entonces con distintos sustantivos. En un artículo para Eje XXI, Juan Manuel Galán la empleó como titular: “¡Es el centro estúpido!” (19/3/2018). El político olvidó la coma del vocativo, por lo que expresó con ella algo distinto de lo que pretendía, a saber, que ‘el centro es estúpido’, no el personaje a quien va dirigido el insulto, que, entre paréntesis, no menciona, y que podemos ser todos los que no pensamos como él. ¿Habrá comas innecesarias en la redacción? Es posible. Pero la coma del vocativo es indispensable, forzosa, obligatoria, imprescindible, pues, sin ella, el vocativo deja de serlo, con resultados muchas veces absurdos y hasta risibles.
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