Según la revista Semana, el escritor, periodista y académico español Arturo Pérez Reverte renunciaría a la RAE por culpa del lenguaje incluyente. La piedra de escándalo fue esta solicitud: “La vicepresidenta del país, Carmen Calvo, les pidió a los miembros de la Real Academia Española elaborar un informe que evalúe si la Constitución de ese país está redactada con lenguaje sexista y haga recomendaciones sobre cómo podría mejorarse” (13/7/2018). Para los que vivieron en Marte en estos últimos veinte o veinticinco años, el ‘lenguaje incluyente’ es un embeleco de feministas tozudas, que confunden la gramática con la anatomía, y que exigen que, para evitar lo que ellas erradamente consideran ‘machismo’, quien escribe o habla tenga que decir siempre ‘los y las’, por ejemplo, ‘los profesores y las profesoras’ (¿los profes y las profas?), ‘los sujetos y las sujetas’, ‘los colombianos y las colombianas’, etcétera, etcétera, etcétera. Recuerdo que Jacinto Cruz de Elejalde calificó este lenguaje absurdo de farragoso (recargado y estomagante), nocivo (perjudicial, dañoso), inútil (inane, inservible) y traicionero (quien se somete a su yugo cae en su trampa, por ejemplo, la columnista de El Tiempo, Adriana La Rotta, escribió, en el mismo artículo (28/7/2018), estas dos frases: “…para ofrecerles a millones de colombianas y colombianos” y “…que otros contemporáneos y vecinos ofrecen a sus ciudadanos”. Saque usted la conclusión). Vendrán ahora los ‘machistas recalcitrantes’ a exigir que, de aquí en adelante, no se diga ‘los ciclistas’, sino ‘los ciclistos’, ni ‘los publicistas’, sino ‘los publicistos’, etc., cuando se habla de varones, por aquello de la ‘a’…, usted me entiende. El señor Pérez Reverte termina con esta sentencia: “Si los idiotas volaran, viviríamos a la sombra”.
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Insisto en esto sólo para que quede constancia. Aludo al empleo de la preposición ‘a’ en el acusativo (complemento directo) del castellano. Por norma general, en nuestro idioma la construcción del complemento directo no pide la preposición ‘a’, excepto cuando es necesario, según don Andrés Bello, determinar (“visité a Manizales”) o personificar (“hemos de matar en los gigantes ‘a’ la soberbia” - Cervantes). Y también para evitar ambigüedades, como en los dos ejemplos siguientes: “La crisis que azota Nicaragua, desatada hace cien días…” (El Tiempo, Primer Plano, 27/7/2018). “Miren Bogotá” (El Tiempo, Juan Lozano, 30/7/2018). En ambos casos, aunque la Academia de la Lengua acepte ya lo contrario, es necesaria la susodicha preposición, no sólo para determinar el complemento, sino también para obviar ambigüedades, como en el primero, especialmente, en el que puede considerarse a Nicaragua como sujeto del verbo ‘azotar’. Lo que se sortearía diciendo, en buen castellano, “la crisis que azota a Nicaragua”. Y en el segundo, el del señor Lozano, decir “miren Bogotá” es como decir “miren páramo”, frase en la que es evidente la falta del artículo determinado ‘el’, determinación que en la muestra glosada la hace la preposición: “Miren a Bogotá”. Más claro no canta el que sabemos.
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Con mucha frecuencia oímos y leemos la locución ‘los hechos son tozudos’. Y suena bien, ¿cierto? Nunca antes le había parado bolas hasta que leí en El Tiempo lo siguiente: “Las cifras son tozudas” (Editorial, 27/7/2018). Supongo que quienes así se expresan consideran que el adjetivo ‘tozudo-a’ es sinónimo de ‘contundente, concluyente’. Están equivocados: este adjetivo califica única y exclusivamente a los animales, racionales e irracionales ‘testarudos, tercos, indoblegables, obstinados, porfiados, cervigudos’, aquellos que el latín llama ‘cervicosi’ (‘que no doblan la cerviz’). Por lo tanto, ni ‘tozudos’ los hechos, ni ‘tozudas’ las cifras. Según el filólogo Corominas, el término se deriva remotamente de ‘tozuelo’ (“pescuezo grueso de un animal, 1607. Diminutivo del provincial ‘tozo’, éste sacado de toza, cepa de un árbol”). Y directamente: “1780, del catalán tossut ‘terco’ ”. El diccionario de María Moliner lo define así: “Se aplica a la persona que no cede en sus actitudes y opiniones por muy fuertes que sean las razones en contra. Obstinado”. Y El Diccionario, escuetamente, “obstinado, testarudo”.
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