El sustantivo ‘disrupción’ y su adjetivo ‘disruptor-a’ son, prácticamente, neologismos en nuestro lenguaje, porque el adjetivo llegó a su léxico apenas en la vigésima edición del diccionario de la Academia de la Lengua (1984), y el sustantivo, en la última (2014), con la siguiente definición: “Rotura o interrupción brusca”. Meto esto en la colada, porque un acucioso lector me preguntó si ese sustantivo, empleado en la siguiente respuesta, era castizo: “La disrupción a la que me refiero es generar un desorden transitorio para ser escuchados” (LA PATRIA, Freddy Cante, entrevista, 12/11/2018). Aunque no muy seguro, le respondí que sí, porque su construcción me parecía aceptable. Y di en la diana, por lo arriba expuesto. En esto, el inglés le madrugó al castellano, puesto que en el idioma del Tío Sam, del cual las tomó el castellano, esas palabras están en los diccionarios desde hace mucho tiempo -‘disruption, disruptive’- tomadas del verbo latino ‘disrumpere’ (o ‘dirumpere’ - ‘romper en pedazos’), a través de su sustantivo ‘disruptio’. Nota: En la respuesta citada, aunque dada en una entrevista, está mal enunciada la definición, porque un sustantivo debe definirse con otro sustantivo, en el caso, así: “La disrupción a que me refiero es la generación de un desorden…”. ¿De acuerdo?
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Neologismo, también, el verbo ‘combustionar’ (2014), de la siguiente información: “…y miles de árboles que combustionan con mucha facilidad” (LA PATRIA, Arde California, 14/11/2018). Viene así mismo del verbo latino ‘comburere’ (‘quemar, abrasar del todo’; ‘arruinar’), a través de su supino ‘combustum’. De ahí proceden también, por supuesto, ‘combustión, combustibilidad, combustible, comburente’ y ‘combusto-a’ (‘abrasado, quemado’). Como información, nada más.
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Si no fuese por el horror de la información, el siguiente titular de LA PATRIA sería jocoso: “El infante tuvo que presenciar cómo su madre le cegaba la vida”. Nuestro periódico, en honor a la verdad, lo tomó de su fuente, porque añade: “Así se refirió un magistrado del Tribunal Superior de Manizales…” (Sucesos, 15/11/2018). A este magistrado le hago una pregunta: ¿Cómo es posible que este infortunado niño no hubiese sido testigo presencial de tan horrendo crimen si fue su víctima? Además, aunque no sé de quién es el error de ortografía, la despiadada madre no le ‘cegó’ la vida, sino que se la ‘segó’, es decir, se la ‘interrumpió de manera violenta’. En efecto, ‘cegar’ es “quitar la vista a alguien”, y ‘segar’, en su tercera acepción, “cortar, interrumpir algo de forma violenta y brusca”. Una sola letra puede cambiar por completo la acepción de una palabra, verbigracia, ‘cerrar’ y ‘serrar’. De aquí, la importancia de la ortografía.
Otro titular de LA PATRIA: “Águilas sobrevuela sobre el Once” (Afición, 16/11/2018). ‘Sobrevolar’ significa “volar por encima de un lugar, una ciudad, un territorio, etc.”, por ejemplo, ‘cuando un gallinazo sobrevuela el aeropuerto de La Nubia, Avianca cancela sus vuelos’. En el titular, es evidente, la preposición ‘sobre’ sobra. Es decir, el titular es pleonástico.
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No, no es de Cervantes. La frase del 20 de noviembre le atribuye el refrán “donde una puerta se cierra, otra se abre”. Cuando el genio de nuestras letras estaba chiquito, ya ese refrán andaba de boca en boca. En su obra maestra, Cervantes lo cita una sola vez, en el capítulo XXI, “que trata de la alta aventura y rica ganancia del yelmo de Mambrino…”, de esta manera: “Paréceme, Sancho, que no hay refrán que no sea verdadero, porque todos son sentencias sacadas de la mesma experiencia, madre de las ciencias todas, especialmente aquel que dice: Donde una puerta se cierra, otra se abre. Dígolo porque si anoche nos cerró la ventura la puerta de lo que buscábamos, engañándonos con los batanes, ahora nos abre de par en par otra, para otra y más cierta aventura…”. Siempre tendremos oportunidades, es la enseñanza del refrán.
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