La ‘coreografía’, bien dirigida y debidamente ejecutada, es lo que hace hermosos, armoniosos y espectaculares los llamados Musicales, como los que se presentan diariamente en los teatros de Broadway, de Manhattan, New York, y los que tuvimos la ventura de admirar y disfrutar en películas norteamericanas. ‘Coreografía’ es, en general, el “arte de componer bailes”. La ‘corografía’, en cambio, es “la descripción de un país, de una región o de una provincia”. En el recién inaugurado espectacular centro cultural del Banco de la República, regalo sinigual para Manizales, un amigo vio la representación gráfica de alguna región de Colombia con la siguiente inscripción: ‘Coreografía de…’. Evidentemente, se trataba de una ‘corografía’, sustantivo que viene del griego ‘corografía’ a través del latín ‘chorographia’ (topografía). ‘Coreografía’, de ‘corógrafo’ (de ‘coreia’, baile, y ‘grafo’ -dibujo, escritura, inscripción, cuadro, etc.). Así como en muchas otras palabras, es una sola vocal, o una sola consonante, la que hace la diferencia.
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El signo ortográfico ‘dos puntos’, por su carácter de enunciativo, precede a las enumeraciones, verbigracia, “las virtudes teologales son las siguientes: fe, esperanza y caridad”. Sin embargo, suprimidas las palabras ‘las siguientes’ de esta oración, deben eliminarse también los ‘dos puntos’, así: “Las virtudes teologales son fe, esperanza y caridad”, en la que ese signo ortográfico no tiene cabida, porque inmediatamente después del verbo ‘ser’ no puede haber ninguno -con excepción de las frase incidentales, si las hubiere, que, necesariamente, van entre comas, verbigracia, “los colombianos somos, con muchas excepciones infames, honestos, trabajadores y responsables”-, pues rompería el enlace natural del verbo y los otros elementos que constituyen el predicado en la oración, como sucedió en la siguiente información del columnista Guillermo Perry: “…los otros mensajes del Papa para Colombia son: tolerancia absoluta con las diferencias de ideas, religiones y preferencias sexuales…” (El Tiempo, 10/9/2017). Enlace o continuidad que tampoco se puede romper con ningún signo de puntuación entre la preposición y el complemento que introduce, norma infringida en la frase del columnista Cristian Valencia: “…podrían usar ese dinero en: colegios, centros de salud, vías de comunicación…” (El Tiempo, 5/9/2017). Sin ninguna duda, ahí esos ‘dos puntos’ están de más, como la gran mayoría de las candidaturas a la presidencia de este nuestro pobre país. Los ‘dos puntos’, además, anuncian explicaciones, especificaciones, aclaraciones y muchas otras cosas de acuerdo con la idea del redactor.
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Tuve que quedarme con las ganas de saber qué quiso decir el columnista Carlos Castillo Cardona con este titular de su escrito: “Cómo entecar a un papa” (El Tiempo, 6/9/2017). Porque, en primer lugar, el verbo ‘entecar’ se emplea únicamente como pronominal, ‘entecarse’, y, en segundo lugar, sólo significa, en Burgos, de acuerdo con El Diccionario, ‘enfermar, debilitarse’. En León, según la misma fuente, ‘obstinarse, emperrarse’. Antiguamente significaba ‘molestar, fastidiar’. Su adjetivo, ‘enteco-a’, quiere decir ‘enclenque, endeble, raquítico’. Releí la columna para ver si encontraba algo que tuviera relación con lo hasta aquí escrito, y llegué a la conclusión de que, para ese título, el único sinónimo adecuado de ese verbo sería el anticuado de ‘fastidiar’. Y el Papa no se sintió en ningún momento ‘fastidiado’, pues terminó su visita con estas palabras: “Ustedes me han hecho mucho bien”. Me quedé, pues, con el deseo de saber qué quiso decir el columnista con ‘entecar’.
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¡Cuándo aprenderán! Es muy distinto ser ‘montañero’ -yo soy orgullosamente de ascendencia montañera- y otra, pertenecer a la organización criminal ‘Los Montañeros’. En una información de la sección ‘Sucesos’ se lee: “Tres montañeros aceptaron asaltos a siete fincas” (LA PATRIA, 7/9/2017). ¿Tres campesinos? ¡Bah! Los apodos, seudónimos, remoquetes, sobrenombres, alias, etc. son nombres propios, razón por la cual se deben escribir con mayúscula inicial, incluido el artículo, si éste forma parte del nombre. Es la norma.
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Así se expresó el columnista Fernando Quiroz: “Dos o tres estaciones más adelante se me ocurrió que tal vez de eso se trata el paso por este mundo…” (El Tiempo, 5/9/2017). Señor, escriba cien veces esta frase: “Se me ocurrió que tal vez eso es (o, en eso consiste) el paso por este mundo”. A ver si así…
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