La ‘concordancia gramatical’ es “la conformidad de accidentes entre dos o más palabras variables. Todas estas, menos el verbo, concuerdan en género y número, y el verbo con su sujeto en número y persona”, verbigracia, ‘animal racional’, ‘animales racionales’; ‘gallina saraviada’, ‘gallinas saraviadas’; ‘yo canto’, ‘nosotros cantamos’. Elemental, muy elemental. No obstante, el redactor de la siguiente muestra pecó contra dicha conformidad: “Más que independencia, a los intelectuales se les debería exigir honestidad en el sentido de que en sus reflexiones hagan explícitos sus vinculaciones e intenten…” (El Tiempo, Gustavo Duncan, 27/12/2018). En la última parte de esta oración no hay ‘conformidad’ del accidente de ‘género’ de las dos palabras relacionadas, puesto que al adjetivo ‘explícitos’ es masculino, y el sustantivo ‘vinculaciones’ es femenino’: si el nombre es femenino, el adjetivo también, en este caso, “…hagan explícitas sus vinculaciones…”. Sin duda.
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Hay también falta de concordancia gramatical -del sujeto con su verbo- en esta advertencia del periodista Juan Lozano: “Por el contrario, muchas veces, lo que requieren son atención, escucha, compañía, consejo, guía, solidaridad” (El Tiempo, 24/12/2018). En esta oración, el sujeto del verbo ‘ser’ es ‘lo que’ (singular), razón por la cual el verbo tiene que ir en singular, así: “…lo que requieren es atención…”. Construcción castiza, que se aprecia más claramente si invertimos sus elementos: “…atención, escucha, compañía (…) es lo que requieren”. ¿En plural? -“…son las ayudas que requieren”.
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El 4 de marzo de 2018, en su artículo “La mamá odiada de Fernando Vallejo”, reproducido hace un par de semanas, un periodista de Las2orillas escribió: “Solo regresó a la casa cuando su papá estaba muriendo. Trajo veinte maletas llenas de regalos. Fernando no era generoso: lo daba todo. Cuando la familia abandonó la vieja casa de Laureles, lo único que habían era maletas que había dejado Fernando en cada uno de sus regresos”. Destacable en este texto la ‘paradoja’ (“figura literaria que consiste en relacionar y conciliar dos ideas supuestamente contradictorias”), así expresada: “Fernando no era generoso: lo daba todo”. Y destacable también el error gramatical del empleo de ‘habían’ por ‘había’, inexplicablemente conservado en la repetición de la nota. ¿No hubo quién lo viera? El verbo ‘haber’, nos lo enseñaron desde ‘chiquitos’, cuando significa existencia, se emplea solamente en la tercera persona del singular de cualquiera de sus tiempos: ‘hubo épocas mejores’, ‘habrá invasiones de inmigrantes’, ‘hay oportunidades para todos’, etc.
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¿En qué se parecen los términos ‘decreto, artículo’ y ‘ley’? En que, para efectos de la ortografía, y cuando no se presentan circunstancias especiales, son ‘nombres comunes’, que deben escribirse con minúscula inicial. De un artículo del columnista de El Tiempo Hugo Acero Vásquez extraje las siguientes muestras para señalar un error de ocurrencia diaria, epidémico ya: “Después de expedido el decreto 2326 de 2018”; “…es repetir los decretos 155 de 2016…”; “Las autoridades militares de que trata el artículo 32 del Decreto Ley 2535 de 1993, en concordancia con el artículo 10 de la Ley 1119 de 2006…”; “…con los decretos 2016 y 2017” (El Tiempo, Hugo Acero Vásquez, 28/12/2018). El error al que me refiero es el de escribir siempre con mayúscula inicial la palabra ‘ley’. De acuerdo con La ortografía de la lengua española (2014), la doctrina sobre el asunto es ésta: “Se escriben asimismo con mayúscula inicial todos los elementos significativos del título de los textos o documentos de carácter legal o jurídico (fueros, códigos, órdenes, leyes, decretos, etc.): Código Civil, Fuero Juzgo; Acta única Europea…”. Condición que no se aplica en ninguno de los ejemplos citados, por lo que, si el redactor escribió correctamente con minúscula inicial ‘decreto’ y ‘artículo’, así también debió hacerlo con ‘ley’.
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