Este fin de semana en la abadía de Fontevraud, cerca de Tours, se llevará a cabo un coloquio en torno a la vida y obra del escritor colombiano Álvaro Mutis, en el marco de las actividades del año Francia-Colombia 2017, cuyo segmento en Francia en el segundo semestre del año fue inaugurado por los presidentes de ambos países este viernes en París. En los primeros seis meses del año, Colombia abrió las puertas a múltiples actividades culturales, artísticas, sociales y económicas francesas, mientras Francia abre en el resto del año las puertas a músicos, actores, escritores, modistos, académicos, empresarios y artesanos colombianos, entre otros.
En los últimos tiempos casi todas las actividades sobre el tema colombiano estaban centradas en la figura de Gabriel García Márquez, pero ya era hora que la memoria del gran autor colombiano de la saga de Maqroll el Gaviero comenzara a ser analizada y celebrada, mucho más cuanto Mutis fue un gran amigo de Francia y de la lengua francesa, ámbito en el cual pasó parte de su infancia cuando residió en Bruselas con su familia, gracias a las actividades diplomáticas de su padre, fallecido de súbito a los 33 años, dejándolo huérfano a los diez años.
Mutis no olvidaría nunca esos ámbitos europeos en donde transcurrió parte de su infancia en los prósperos años de entreguerras, cuando la cultura y avances tecnológicos y científicos reinantes en Europa no presagiaban aún la cercanía de una nueva guerra mundial y las tragedias sin fin que sucedieron entonces, devastando todo el continente bajo la bota nazi y la conflagración apocalíptica que terminó en 1945 con la derrota de las tenebrosas fuerzas hitlerianas. En medio de esos años de alegría y luz, ya incubaban en el seno de la sociedad esas fuerzas nacionalistas y racistas que fueron conquistando los espíritus de millones de ciudadanos enardecidos y atraídos por los discursos de los tribunos del odio, la xenofobia y la intolerancia.
De esos años quedó en Mutis un imaginario de viejos siglos europeos cruzados y encontrados en las visitas que con sus progenitores hizo a catedrales, conventos, abadías, castillos, así como un gusto por la literatura y el arte que le impartieron los maestros en las escuelas de élite donde la cultura tenía un gran significado. La madre de Mutis era manizaleña, por lo que tras la muerte prematura de su esposo en Bruselas volvió con su hijo a Colombia para vivir en las tierras cafeteras al cuidado de familiares. De ahí viene el amor profundo por las tierras templadas y calientes de la cordillera, por los cafetales y las quebradas y precipicios que pueblan su obra poética.
Sobre esos dos temas básicos, la fantasía medieval y antigua y el mundo vegetal de la cordillera ecuatorial, versarán las charlas y conferencias que amigos, admiradores y conocedores de su obra pronunciarán en la abadía cercana al río Loira. En Francia, la obra de Mutis sigue probablemente más viva que en Colombia, donde el olvido reina para las obras que no están signadas por el escándalo.
Pero hay un punto clave de su vida que dio otro rumbo a su destino para siempre y que es necesario abordar en el coloquio. Álvaro Mutis pasó quince meses de su vida recluido en el famoso Palacio Negro de Lecumberri de la Ciudad de México, mientras se definía a su favor un proceso kafkiano de extradición a Colombia por supuestos delitos líricos y gastronómicos, como la realización con sus amigos poetas de un gran banquete en Bogotá a la memoria del chef francés Brillat Savarin (1755-1826), autor de la Fisiología del gusto.
El poeta promisorio, que ya había publicado Los elementos del desastre en la editorial Losada de Buenos Aires en 1953, alma de todas las fiestas que con su carcajada inmortal levantaba hasta los difuntos y con cuya simpatía hacía suspirar a todas las muchachas, como cuenta Elena Poniatowska, el activo amigo de las altas jerarquías políticas colombianas y relacionista público de multinacionales, cayó allí en ese pozo profundo donde “tus ojos serán dos túneles de viento fétido, quieto, fácil, incoloro”, ahí donde de “tu magro sexo encogido solo mana ya la linfa rosácea de tus glándulas, las primeras visitadas por el signo de la descomposición”.
Cuando salió libre el 22 de diciembre de 1959, meses antes de lo previsto, a los 36 años de edad, terminaba para él una pesadilla que cambió su vida para siempre, le dio aún mayor profundidad a sus intuiciones poéticas ya probadas y definió el brillante destino literario que lo llevaría al Premio Cervantes 2001, pues como lo afirmó él mismo, sin el “carcelazo” de Lecumberri ninguno de los libros de la saga de Maqroll el Gaviero y casi toda su poesía posterior hubiesen existido.
Había nacido el 25 de agosto de 1923 en Bogotá y desde los dos hasta los once años de edad vivió la mayor parte del tiempo en internados escolares en París o Bruselas, donde su padre Santiago era diplomático. Al morir éste muy joven, a los 33 años de edad, el niño Mutis regresó a Colombia con su madre y frecuentó ahora los internados escolares en la fría Bogotá, que se intercalaban por fortuna con estadías inolvidables plenas de libertad salvaje en la finca materna de la tierra caliente. Abandonó el bachillerato por la poesía y el billar, se casó y tuvo hijos muy joven y empezó a trabajar como locutor en emisoras culturales o en empresas aéreas o multinacionales petroleras como Standard Oil y la Esso para las que viajaba sin cesar, llevando un tren de vida agitado y opulento.
Pero todo eso quedó atrás de repente al caer en la desgracia carcelaria. La soledad en la diminuta celda, la impotencia ante la calumnia de los malquerientes políticos y personales que iniciaron el proceso durante la dictadura de Rojas Pinilla, el sentir la mirada nueva de los otros hacia el apestado, la angustia de las largas noches sin consuelo, los amigos que huyen y le dan la espalda, la añoranza de la vida de afuera y el sonido de los aviones que aterrizaban en el cercano aeropuerto y le recordaban los viajes por el mundo y los grandes hoteles, todas esas sensaciones amargas se acumularon en esas horas aciagas sin esperanza.
En la prisión se ratificaron sus obsesiones poéticas, la certeza de que no se va a ninguna parte, de que la enfermedad y la muerte ya están presentes en el cuerpo que declina de manera ineluctable, el ardor del deseo en los puertos y hoteles de mala muerte, la soledad del errante viajero que huye sin nombre y emprende tareas absurdas para apurar el venenoso sabor de las horas estancadas, la eternidad mansa de ahogados y suicidas, el bullicio de los burdeles, la amistad y lealtad de los proscritos y las amantes, todo eso irrumpía allí en esas crujías, corredores y celdas pobladas de desgraciados que le recordaban los viejos Tramp Steamer olorosos a combustible y herrumbre.
Además de sus actividades como dramaturgo carcelario aficionado y anfitrión de figuras como Luis Buñuel y Seki Sano, Mutis agotó las horas amargas de la derrota leyendo en la biblioteca del penal, donde encontró excelentes libros, entre ellos las Cartas del Príncipe de Ligne, las Memorias de Ultratumba de Chateaubriand y la obra de Marcel Proust. También escribía largas cartas mecanografiadas en rollos de papel, poemas y relatos, algunos de los cuales están incluidos en su Diario de Lecumberri.
O sea que de Lecumberri, donde estuvieron presos también el asesino de Trotsky Ramón Mercader, David Alfaro Siqueiros, José Revueltas, José Agustín y William Bourroughs, salió en definitiva “otro hombre”, convencido de “que no podemos juzgar a nuestros semejantes”, certeza esencial que guía los viajes y las empresas de su alter ego Maqroll el Gaviero.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015