Se cumplen ya dos décadas de la existencia de Google, el buscador que logró vencer en franca lid a tantas start-up del mundo que como Aol y Yahoo intentaron hacer lo mismo en medio de la ola revolucionaria de la red global. Al hacer un balance ratificamos su influencia, pues cambió el paradigma cultural de la humanidad, lo que es equiparable a lo sucedido con la imprenta de Gutenberg y la ola cultural del Renacimiento.
En The new digital age, un libro publicado hace unos años Eric Schmidt y Jared Cohen, de la alta jefatura de Google, trataron de analizar los efectos que el buscador ha producido en estas décadas e hicieron una proyección a futuro, pues cada día que pasa la velocidad de los hallazgos y las invenciones es escalofriante en todo tipo de disciplinas científicas y tecnológicas, la más importante de las cuales el avance vertiginoso de la inteligencia artificial.
Ya antes, con la aparición de Microsoft, inventado por Bill Gates, y del avance de Apple con Steve Jobs, nuestra generación se vio inmersa desde el principio en este cambio a medida que cambiaban los modelos y la potencia de ordenadores cada vez más fuertes y livianos y la aparición de millones de programas y aplicaciones que obligaron a readaptarse a gobiernos, universidades, instituciones y empresas del mundo.
Cuando vivía en California en 1980 en Berkeley y San Francisco ya se usaba el ordenador portátil Apple que se llevaba como un morral y se empezaban a utilizar los programas para la escritura y la conformación y edición de textos y libros. En un lustro las máquinas de escribir pasaron a la basura o el museo y toda una serie de adminículos quedaron obsoletos, como los tipos de letras y los signos para diagramar y preparar textos, las cintas de tela para máquinas de escribir, las bolitas metálicas de las rápidas IBM eléctricas y el famoso corrector Kores con el que se enmendaban los errores debidos a la rápida mecanografía.
De repente en las redacciones se elaboraban diarios, revistas y libros con un programa ya bastante efectivo, pero que aun debía recorrer lustros de avances. Los periodistas pasamos de los viejos y ruidosos teletipos a las máquinas Tandy con las que se transmitían los artículos al instante al colocar un dispositivo en las bocinas de los teléfonos y al mismo tiempo los fotógrafos comenzaban a transmitir con módems miles de fotografías, revolucionando el arte de la lente.
Poco a poco pasaron al museo los linotipos y desaparecieron nobles profesiones inolvidables como telegrafistas, linotipistas y estenógrafos. Ya hacia final del siglo XX aquellos cambios eran cosa pasada y se iniciaba la vertiginosa evolución de la web con la aparición generalizada de los emails y más tarde los buscadores que como Google facilitan la vida a miles de millones de humanos.
Con la llegada de los smartphones y su proliferación mundial, miles de millones de habitantes del planeta, pobres y ricos, están ahora directamente conectados al instante y pueden acceder, salvo en algunos países totalitarios que aun controlan los accesos, a todas las informaciones, noticias y conocimientos almacenados en esa nube infinita donde el misterio del Alpeh borgiano dejó de ser ficción futurista para ser realidad.
Gobiernos, empresas e instituciones tuvieron que digitalizarse aceleradamente y nuevas formas de comercio surgieron para revolucionar de manera definitiva la forma de ofrecer un producto. En el campo de las letras y la inteligencia dejaron de tener el monopolio los intermediarios de antes, dando al ciudadano común iguales posibilidades de dar a conocer ideas, proyectos, libros, canciones o imágenes.
Incluso los terroristas yihadistas del Ejército Islámico aprendieron a manejar con destreza las redes y por esa vía reclutaron a sus jóvenes soldados y difundieron las horribles imágenes de sus ejecuciones y atentados a medida que avanzaban. También la política se vio obligada a cambiar y ahora es un arte donde las redes sociales son decisivas para manipular la opinión a través del ya generalizado uso de las fake news, las noticias falsas.
En gabinetes secretos, unos cuantos jóvenes expertos en internet pueden hacer viral todo tipo de informaciones o difundir memes y datos que desestabilizan al rival político. La velocidad de la información en las redes sociales ha obligado a readaptarse a los medios televisivos y radiales, a diarios y revistas, a partidos políticos e instituciones religiosas.
Ya cualquiera puede en su habitación acceder a los acervos de bibliotecas, museos y universidades del mundo, ampliando el acceso a la ciencia y la cultura de manera nunca imaginada. Y con un solo click en Google obtener al instante toda la información posible o los datos de cualquier individuo. A estas alturas ya todos somos rastreados y podemos ser seguidos paso a paso pues se sabe donde se encuentra nuestro teléfono inteligente, donde hemos comprado o sacado dinero, a donde viajamos, donde nos escondemos, en qué hotel estuvimos e incluso a través de las cámaras que inundan las ciudades, donde nos besamos la última vez o con quien hablamos o cenamos.
Por todas estas informaciones accesibles en la nube cada día caen ministros y responsables políticos que falsificaron sus tesis o se corrompieron y se acaba la reputación de políticos, profesores, jefes o responsables religiosos que tuvieron algún comportamiento sexual inapropiado. Con la revolución digital todos estamos fichados, pero a la vez las posibilidades de avance de la humanidad aumentaron.
Los altos dirigentes de Google nos advierten sobre los cambios que suceden al interior de gobiernos, estados, ejércitos, grupos terroristas y financieros o mafias y por supuesto las mutaciones en la ciudadanía y en la sociedad y la interacción humana, incluso la sexual, a través de los sitios de encuentros y de búsquedas interactivas de cómplices sexuales. Sin contar la posibilidad de enfrentar y rastrear las artimañas los poderes mundiales secretos como lo hizo Wikileaks.
Y más allá de esos efectos sociológicos viene todo lo que la inteligencia artificial nos depara cada trimestre: trenes y vehículos automaniobrables sin necesidad de conductor, comercio y guerra a través de drones, medicina virtual y producción en tercera dimensión de prótesis y objetos, rastreo y previsión a través de algoritmos de los gustos y preferencias de cada ser humano, máquinas que controlan de manera automática los negocios y están programadas para acumular fortunas a través de bolsas y mercados de productos y materias primas, búsqueda de las identidades mediante cotejo del ADN humano.
Nuestra generación tuvo la fortuna de vivir en directo esta increíble revolución digital como en su momento durante el renacimiento y después grandes figuras como Leonardo Da Vinci, Galileo, Spinoza, Rabelais, Montaigne y sus contemporáneos vivieron un cambio en negocios, cultura y ciencias que hoy nos fascina y se sigue estudiando medio milenio después. Somos testigos de un nuevo paradigma y lo vivimos y experimentamos frente a nuestros ordenadores mientras suena la música preferida que oímos y vemos por Youtube.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015