Unas cien mujeres de varios sectores artísticos e intelectuales franceses, encabezadas por la actriz Catherine Deneuve y la escritora Catherine Millet salieron lanza en ristre esta semana en el diario Le Monde contra el movimiento liderado por multimillonarias actrices de Holywood que desde el último trimestre de 2017 han cooptado para ellas el movimiento feminista mundial y realizado una rápida limpieza entre los poderosos viejos blancos verdes de la generación del baby boom anglosajón, beneficiados como Harry Weinstein y otros animadores, productores y actores famosos por el movimiento de liberación sexual que sacudió el mundo y reinó feliz hasta el surgimiento del sida y la posterior irrupción de movimientos neopuritanos.
Deneuve, una de las estrellas más icónicas del cine mundial desde su consagración en la polémica película Belle de Jour, dirigida por Luis Buñuel, pertenece a una generación de mujeres occidentales que tomaron la rienda de sus vidas en esos años 60 y nunca tuvieron temor o se sintieron menos que los hombres, por muy poderosos que fueran. Esas mujeres asumieron sin culpa la libertad sexual, el divorcio y el derecho al aborto como algo normal, así como el cambio de parejas y la existencia de familias recompuestas.
Ese gran movimiento de liberación femenina inspirado en el pensamiento de Simone de Beauvoir, Camille Paglia, Betty Friedan y Kate Millet, entre otras muchísimas teóricas, al menos en Occidente, logró que en el último medio siglo las mujeres salieran de su papel de amas de casa eternas, sumisas al macho proveedor, e ingresaran de manera multitudinaria a la universidad y al mundo del trabajo, y llegaran con el tiempo a tomar las riendas del poder en empresas privadas o públicas y conquistaran altos cargos en gobiernos, academia, prensa y medios masivos de comunicación.
Ese proceso de liberación es irreversible en los ricos países democráticos de Occidente, aunque en otras zonas del planeta, dominadas por el fanatismo religioso o regímenes autoritarios, los beneficios de esa emancipación no han llegado todavía y solo hay deshielos parciales y esporádicos. Por supuesto en los países occidentales persiste la violación, el maltrato conyugal, el abuso de menores, el feminicidio y la trata de blancas, lacras contra las cuales la justicia y las autoridades deben dirigir todas sus armas.
En los países musulmanes la mujer sigue siendo confinada al papel de reproductora bajo tutela de padres, hermanos, religiosos y hombres en general. La mujer allí es obligada a llevar el velo y a veces la burka integral que cubre su rostro, para protegerla, según los sacerdotes, de la mirada lasciva y pervertidora del hombre. De igual manera en países muy tradicionales como Japón, India, China o en África la mujer tarda en lograr el beneficio de la libertad conquistada por las feministas en Europa, Estados Unidos y en muchos países hispanoamericanos.
En Marruecos Loubna Abidar, mujer que osó actuar en la película Much loved de Nabil Ayouch, premiada en Cannes, donde se denunciaba la prostitución al servicio de ricos provenientes de Arabia Saudita y otras monarquías árabes del Golfo, fue agredida, tuvo que exiliarse y está amenazada de muerte. Lo mismo ha ocurrido en Irán, donde la talentosa dibujante Marjane Satrapi, que denunció en su saga Persépolis la represión de la revolución islámica o directores de cine premiados que describen el imperio de los clérigos, han debido autocensurarse o partir al exilio.
Las iglesias protestantes y sectores ultraconservadores cristianos en Estados Unidos y América Latina también han intentado presionar para censurar a artistas y cineastas iconoclastas que usaron de manera crítica las imágenes religiosas en sus obras de arte. Cada vez más fuertes, esos movimientos buscan tumbar logros como la libertad sexual, el derecho al aborto, el divorcio, la pareja homosexual o la educación laica en las escuelas y abogan por el retorno de la mujer al hogar bajo la férula falocrática.
Para Catherine Deneuve, Catherine Millet, autora de un exitoso libro sobre su vida sexual, y otras muchas figuras femeninas actuales, el movimiento de las millonarias actrices de Hollywood que en su tiempo fueron la punta de lanza de una imagen sexista de la mujer, de la cual se beneficiaron y fueron cómplices, se inscribe dentro de una ola neopuritana en las redes sociales que considera a la mujer como una menor de edad permanente, frágil y débil que necesita la protección del patriarcado, como ocurre ya en las teocracias, y genera una ola de odio indiscriminada e injusta contra los hombres, que podría llevar a la absurda guerra de sexos. En las redes sociales cualquiera hace ahora justicia por mano propia sin el debido proceso o la presunción de inocencia de los acusados, o sea por fuera del estado de derecho.
Camille Paglia por su parte dice que en el mundo la mujer emancipada debe asumir los riesgos de la vida real, de la misma forma que lo hacen muchos hombres en un mundo contemporáneo de violencia que no es el bello reino arcádico de Disneylandia. Los abusos no son solo de hombres contra mujeres, sino también de hombres poderosos contra hombres, abusos de clase, raciales, sexuales, discriminatorios, que sufren también los hombres de bajos rangos o estratos sociales.
La polémica causada por el texto de estas figuras tan importantes del arte y el pensamiento es una contraparte necesaria contra la hegemonía actual de las millonarias estrellas hollywoodenses que desataron una ola de delaciones y descalificaciones donde todos los hombres sin distingo ni matiz son tratados de "monstruos" y "puercos", haciendo una injusta amalgana del género masculino en general con los psicópatas, perversos y abusivos machistas que cometen delitos contra hombres y mujeres por igual.
Deneuve y Millet alertan contra la "ola purificadora" desatada en las redes sociales y que busca según ellas volvernos a la era victoriana y contra las derivas inquisitoriales de algunas jóvenes feministas radicales de hoy que proponen hasta quitar un cuadro de Balthus del Museo Metropolitano de Nueva York o censurar películas u obras de arte de otros tiempos más libres con métodos que recuerdan los sistemas totalitarios.
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