La discusión acerca de la Cuarta revolución industrial ha popularizado conceptos como la inteligencia artificial, el internet de las cosas, la automatización de la producción y la robótica, lejanos de la realidad del ciudadano de a pie. No obstante, más que un conjunto de tecnologías, esta implica una transición hacia nuevos sistemas que permean la vida diaria y la manera como las empresas hacen negocios, afectando desde las relaciones interpersonales, los medios de comunicación, la reglamentación y hasta las estructuras administrativas de las organizaciones.
Lo anterior representa un desafío no solo para el sector tecnológico sino para la sociedad en su conjunto, en el sentido de cómo prepararnos y adaptarnos para el cambio, y de cómo la transformación social, política y tecnológica genera progreso social para todos. 
La Cuarta revolución industrial en Latinoamérica fue el tema central de discusión en el marco del Foro Económico Mundial sobre Latinoamérica, celebrado el pasado mes de marzo en Sao Paulo Brasil, que congregó a más de 750 líderes de gobiernos, negocios y sociedad civil.
Si bien la agenda abordó áreas como comercio electrónico, realidad avanzada y ciudades inteligentes, participé como conferencista en el panel “Salud para el Impacto Social”, en el cual compartí mi experiencia de emprendimiento social en Bive y de cómo democratizar el acceso a servicios de salud para población rural de bajos ingresos. Sin embargo, al preparar la intervención debía resolver la siguiente pregunta ¿por qué priorizar aspectos como acceso a servicios básicos cuando el eje central del foro es el impacto de la tecnología y la innovación?
En primer lugar, en la última década Latinoamérica ha avanzado en términos de inclusión social, por ejemplo, las tasas de pobreza extrema y mortalidad infantil han disminuido a la mitad y el acceso a educación y saneamiento básico se ha universalizado. Aun así, coexisten amplias brechas sociales, económicas y tecnológicas, que se convierten en un reto para beneficiarse de las oportunidades de la transformación tecnológica. 
Por lo tanto, la cuarta revolución industrial en Latinoamérica implica saldar nuestra deuda de inequidad y migrar del paradigma de crecimiento económico hacia prosperidad económica, que involucra el progreso social como protagonista y el bienestar humano como condición para incrementar la productividad.
En segundo lugar, la transformación social, política y tecnológica derivada de la cuarta revolución industrial será positiva en la medida en que la innovación tenga como propósito el bienestar humano; y la tecnología esté al servicio de la sociedad, y no como un medio para pasar por encima de los marcos sociales, éticos y políticos. En este sentido, la discusión no solo se enmarca en el avance tecnológico en áreas como la salud, sino en cómo lograr que sus beneficios se democraticen y lleguen a todos. 
La cuarta revolución industrial representa una oportunidad de reescribir la historia de la sociedad Latinoamericana, pasando de una economía de uso intensivo de recursos humanos y naturales a una economía centrada en el ser humano y con una visión de respeto hacia la naturaleza. 
Desde ésta perspectiva, por ejemplo, la automatización de las manufacturas puede representar una amenaza, en cuanto reemplaza la mano de obra humana o una oportunidad para redireccionar el mercado laboral detonando la capacidad creativa humana y desarrollar modelos económicos basados en el conocimiento.
Así mismo, maximizar el potencial de Latinoamérica en términos de disponibilidad de talento humano, espíritu emprendedor, alta penetración tecnológica y riqueza en recursos naturales, y apalancarlo en el desarrollo tecnológico para lograr un progreso social sostenible y para todos.
La transformación como sociedad implica cambiar de paradigmas desde una perspectiva individual, aceptando el cambio como parte de nuestra naturaleza humana y dando apertura a nuestra capacidad de innovación y adaptación.