¿Por qué invertir en un centro para la cuarta revolución industrial cuando aún 13 millones de colombianos son pobres?
El pasado 23 de enero, en el marco del Foro Económico Mundial celebrado en Davos (Suiza) se anunció la apertura de un nuevo centro para la cuarta revolución industrial en Colombia, que se une a los cuatro ya existentes en el mundo para acelerar la cooperación global y multisectorial hacia la creación de un marco político y normativo de las tecnologías emergentes y su potencial para crear condiciones de desarrollo humano inclusivas y sostenibles.
Convertirse en una de las sedes de la cuarta revolución industrial implica priorizar la inversión en ciencia, tecnología e innovación, que representa un cuarto de la inversión del PIB que realizan “países desarrollados” en esta área y que en los últimos años ha decrecido, para generar la infraestructura y el talento humano demandados por los retos asociados a la transformación tecnológica en el nuevo contexto global.
Este logro posiciona a Colombia como un país de renta media en crecimiento. No obstante, teniendo un importante déficit fiscal, surge la siguiente pregunta ¿por qué invertir en ser sede de la cuarta revolución industrial cuando existen municipios sin energía eléctrica, a los que no ha llegado siquiera la segunda revolución industrial?
La transformación como consecuencia de la convergencia de las tecnologías digitales, físicas y biológicas inherente a la cuarta revolución industrial, genera cambios en el orden de los actores y las reglas de juego en el contexto geopolítico mundial. En este sentido, es evidente el potencial de las tecnologías emergentes para desafiar el statu quo, ejemplo de esto es el surgimiento y auto-organización a través de redes sociales de colectividades como “los chalecos amarillos” en Francia (2018) y las revueltas populares en Burkina Faso (2014), que dio como resultado la dimisión de su presidente.
Desde esta perspectiva, la cuarta revolución industrial puede profundizar las brechas socioeconómicas entre países pobres y ricos; o concebir una oportunidad sin precedente para los países en desarrollo, que aprovechando la ruptura de los sistemas tradicionales y la apropiación de las tecnologías emergentes, posibilite “la revolución de los pequeños” y la creación de un modelo propio de desarrollo desligado del capitalismo tradicional liderado por las potencias de turno.
Hong Kong en China y países como Corea del Sur y Singapur son casos exitosos de crecimiento disruptivo a partir de oportunidades derivadas de transformaciones en el orden mundial, obteniendo importantes resultados socioeconómicos en décadas, los cuales le han tomado siglos a otros países. Sus diversos modelos de desarrollo comparten elementos comunes como haber generado una visión conjunta como sociedad, invertir en su gente como factor diferenciador a través de educación de alta calidad, potenciar sectores estratégicos, fortalecer alianzas público-privadas e invertir en tecnología e innovación.
La cuarta revolución industrial posibilita un cambio en el orden mundial. Por lo tanto, ser una de sus sedes abre la oportunidad a Colombia de liderar la reconfiguración de dicho orden y desatar la capacidad de la tecnología para mejorar el estado del mundo.
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