Después de no lograrse un consenso entre gobierno, empresarios y trabajadores, y de que se excluyera irregularmente de las negociaciones a la Central Unitaria de Trabajadores, se fijó el incremento del salario mínimo en Colombia para el 2018 en un 5,9%, lo que implica un aumento diario de 1.450 pesos, o lo que es igual, un valor inferior al de una bolsa de leche o al de un pasaje en transporte público en cualquier ciudad del país.
Las políticas económicas de las últimas dos décadas en Colombia han logrado desvirtuar la esencia del salario mínimo, la cual es garantizar ingresos dignos y suficientes a una porción importante de la población trabajadora con el objetivo de que alcance la satisfacción de sus necesidades básicas. El logro de esta meta fue la motivación de la definición dada desde 1950 al salario mínimo en el Código Sustantivo del Trabajo, el cual fue asumido como “el que todo trabajador tiene derecho a percibir para subvenir a sus necesidades normales y a las de su familia, en el orden material, moral y cultural”.
Casi siete décadas después de que fuera concebido como un instrumento de reducción de la desigualdad y de garantía de derechos, hoy el salario mínimo en Colombia está lejos de satisfacer las necesidades de los casi dos millones de trabajadores que lo perciben mes a mes. El mínimo alcanza a cubrir apenas el 60% de la canasta básica de los colombianos, lo que implica que 4 de cada 10 productos de ella (alimentos, salud, educación, transporte, etc.) tienen que ser adquiridos con los ingresos de trabajos adicionales o simplemente no pueden ser cubiertos y por ende las familias deben privarse de ellos, como si comer, vestirse o movilizarse fueran actividades alternativas y no imprescindibles.
Mientras en otros países de la región el salario mínimo alcanza para cubrir de sobra la canasta básica, como Costa Rica que tiene una cobertura de más del 500%, Panamá de más del 230%, Brasil del 220% o Bolivia de más del 150%, Colombia ostenta el cuarto peor salario mínimo de Latinoamérica y el Caribe, donde el crecimiento promedio del salario fue del 1,01% entre 2006 y 2013, mientras que el de nuestro país fue de 0,01% entre 2006 y 2016 (Universidad de la Sabana, 2017).
A este gris panorama se le suman las intenciones de la OCDE, el Gobierno Nacional y los candidatos presidenciales del continuismo, de fijar un incremento anual del salario mínimo de acuerdo a la productividad de las regiones, lo que implicaría aún más precarización y que en muchas zonas de Colombia ni siquiera se diera el pírrico incremento que año a año aprueba en solitario el Presidente de la República.
Es falso que un incremento sustancial en el salario mínimo, cuyo fin sería alcanzar niveles de equidad considerables y la dinamización de la economía y el mercado interno, genere desempleo o desincentive las inversiones, como se cacarea cada año en medio de las discusiones. En el caso colombiano, los estudios de Hernández y Lasso (2003), Hernández y Pinzón (2006) y Duque (2017), entre otros, y en el escenario internacional, análisis como los de la Low Pay Commission del Reino Unido (2014) y el panel de evaluación del nuevo salario mínimo en Alemania (Mindestlohn kommission, 2016), demuestran que el efecto de éste sobre la generación de empleo es por lo general insignificante y en algunos casos positivo (OIT, 2017).
Después de todo, la experiencia refleja que los cicateros incrementos en el salario mínimo no han incrementado el empleo formal como se ha prometido en incontables ocasiones, y la historia evidencia que cuando ha habido un aumento sustancial, este no ha derivado en tasas mayores de desempleo o en una inflación desbordada, como lo auguran anualmente algunos apocalípticos, que confunden ideologías con realidades.
La fijación del salario mínimo actual está ligada al modelo de confianza inversionista que sigue predominando en el país, dentro del cual los salarios bajos son esenciales para continuar atrayendo capitales extranjeros, que pagan pocos impuestos y exportan las ganancias obtenidas, dejándole poco o nada a la nación.
Si en 2018 no cambiamos el rumbo, a los colombianos nos seguirá quedando mucho mes al final del sueldo.
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