A partir del 1 de enero de 2018 en Islandia es ilegal que los hombres ganen más que las mujeres, a raíz de la entrada en vigor de una ley que le exige a las empresas públicas y privadas pagar equitativamente a todos los trabajadores que realicen las mismas labores. Esta norma no sorprende ya que, por un lado, existen brechas inexplicables en el mundo frente a la remuneración de las personas según su género y, por otro, debido a que Islandia es uno de los países más igualitarios del planeta.
En asuntos laborales y salariales, en Colombia persiste una preocupante brecha de género ya que la mujer ocupa un lugar rezagado en términos de acceso al trabajo, permanencia laboral, posibilidades de ascenso y remuneración. Entre 2008 y 2014 las mujeres colombianas tuvieron ingresos menores a los hombres en un 28%, cifra que está por encima del promedio mundial que se ubica en el 24%. Esta distancia se acentúa en las mujeres con menores ingresos ya que según la Escuela Nacional Sindical (2016) el 10% de mujeres más pobres apenas percibe el 42,3% de lo que devengan los hombres, es decir, ganan menos de la mitad que ellos en trabajos similares.
Un estudio realizado por la ONG Dejusticia (Entre estereotipos Trayectorias laborales de mujeres y hombres en Colombia, 2013) revela algunas de las razones por las cuales las mujeres siguen teniendo un panorama laboral adverso en el país. En términos de acceso, se mantiene una división sexual del trabajo que genera que a hombres y mujeres les sean asignadas labores diferenciadas: a los hombres actividades productivas y de fuerza, y a las mujeres ocupaciones ligadas a la reproducción y al cuidado, las cuales por lo general devengan mucho tiempo y no son remuneradas. Asimismo la maternidad es un criterio de exclusión que golpea a las mujeres ya que pese a la protección legal con que cuentan las embarazadas y las madres, el embarazo o los hijos marcan el destino laboral de miles de colombianas, que son rechazadas al ser vistas como una “carga” por los empleadores, razón por la cual son despedidas o perciben salarios menores.
Esta alternancia entre ocupaciones laborales y actividades del cuidado en los hogares también potencia la desigualdad laboral contra las mujeres debido a que la menor disponibilidad para labores extras o en días no hábiles, sirve como excusa para que se les pague menos. De acuerdo a la Encuesta Nacional de Usos del Tiempo del DANE (2013), las mujeres le dedican en promedio a las actividades del cuidado tres veces más tiempo, al destinar en promedio 6 horas y media diarias a estas labores mientras los hombres le asignan solo 2. Así las cosas, la carga global de trabajo de las mujeres, contando labores remuneradas y no remuneradas, es de 13 horas diarias mientras que la de los hombres es de 11.
A la luz de estos hechos, se constata que el género continúa siendo un factor de desigualdad en Colombia. Esta inequidad se refleja en los asuntos laborales pero va mucho más allá ya que tiene causas estructurales y acarrea profundas repercusiones para millones de mujeres en el país. El modelo económico bajo el que se profundiza esta desigualdad tendrá que ser transformado y la Ley 1496 de 2011, que buscó garantizar la igualdad salarial entre mujeres y hombres, se tendrá que modificar al ser insuficiente para avanzar definitivamente en el cierre de esta brecha. Se requiere, al igual que en Islandia, que sea obligatorio para los empleadores tener un sistema transparente en el que se informen los salarios y los requisitos para ocupar los cargos, y que el Estado asuma la responsabilidad de certificar la igualdad salarial o de imponer sanciones en los casos en que no exista.
Coletilla: A petición de uno de mis lectores y en un ejercicio de transparencia, les informo a las personas que siguen esta columna que he postulado mi nombre como candidato a la Cámara de Representantes por Caldas en la actual contienda electoral. Las opiniones expresadas en este medio seguirán estando ligadas a las preocupaciones que me asisten como ciudadano y continuarán teniendo como propósito el fortalecimiento del debate público.
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