Quiero introducir la reflexión de hoy con el fragmento de un poema musical original del gran guitarrista y cantautor cubano Silvio Rodríguez, uno de los mejores exponentes de la nueva trova: “¿Qué cosa fuera la maza sin cantera? / Un amasijo hecho de cuerdas y tendones / Un revoltijo de carne con madera / Un instrumento sin mejores resplandores / Que lucecitas montadas para escena”.
Este fragmento me motiva a preguntar: ¿Qué cosa fuera la escuela sin maestros? ¿Qué cosa fuera el aula sin estudiantes? ¿Qué cosa fuera la vocación docente sin pasión? A su vez, estas preguntas me permiten ilustrar la relación de coexistencia en la escuela entre las condiciones físicas de sus espacios y equipos, de una parte, y la estructura curricular y pedagógica de su oferta académica, de otra. Dicho sea de paso: si bien es cierto que las escuelas en el mundo no demandan infraestructuras suntuosas, también lo es que sí requieren unos espacios con condiciones básicas de funcionalidad, presentación y estética.
Y es que este tópico de reflexión nos viene al punto, a propósito de la significativa intervención que la Alcaldía de Manizales está haciendo por estos días a las plantas físicas de las instituciones educativas. Permítanme tomar como ejemplo el caso específico del Instituto Universitario de Caldas, pues con toda seguridad y con pleno conocimiento de causa, puedo manifestar que más que la intervención a una infraestructura física, lo que allí se hizo fue una reingeniería social de alta complejidad de códigos culturales, así como de formas relacionales de los actores de la escuela: padres de familia, estudiantes, docentes y empleados, quienes durante décadas sufrimos los impactos de escasas condiciones en la infraestructura escolar, en muchos casos en condiciones de indignidad. Pero hoy, con perplejidad, disfrutamos de espacios dignos, funcionales y estéticos que ponen esta escuela pública en condiciones similares o incluso superiores a la escuela privada.
Una clara idea de la verdadera dimensión de lo que está sucediendo hoy en el Instituto Universitario, que seguro estoy de que está pasando en muchas otras instituciones de la ciudad, sucedió hace apenas dos semanas, cuando recorrí las nuevas instalaciones con los profesores. Hubo cualquier cantidad de expresiones de asombro, gratitud, admiración, desconcierto, alegría, sorpresa y hasta momentos en los cuales se nos erizó la piel y una que otra lágrima rodó por nuestro rostro, envolviendo una carga de sentimientos que muy pocos se atrevían a pintar con sus palabras. Fue un momento mágico, al punto de que reuní a los profes para que en colectivo hiciéramos un ejercicio de asimilación de lo acontecido.
Les resumo el mensaje de uno de los profes: “La vida me ha dado muchas cosas que no he merecido, entre ellas ésta. Nunca me imaginé que a mis cuarenta y siete años ejercicio docente pudiera tener la oportunidad de ver una escuela pública en estas condiciones de dignidad. No puse un solo peso en este edificio físico, tampoco una sola hora de trabajo, pero seré el primer obrero en fila en la reestructuración del edificio pedagógico. Maestros, compañeros, los exhorto para que no seamos inferiores a este momento histórico de nuestra vida y de nuestro colegio”.
Con estos sentimientos, con este compromiso y con esta actitud puedo afirmar que esta masa tiene cantera. “Si no creyera en la balanza / En la razón del equilibrio / Si no creyera en el delirio / Si no creyera en la esperanza / Si no creyera en lo que agencio / Si no creyera en mi camino / Si no creyera en mi sonido / Si no creyera en mi silencio”.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015