Ahora que estoy vinculado a la academia y a diferentes procesos de formación relacionados con el cine, la fotografía y otras áreas del conocimiento, he tenido la posibilidad de reafirmar una frase del director colombiano de cine Víctor Gaviria: “El cine es un poderoso dispositivo de pensamiento”. Después de ver muchas películas y ver el trabajo de otros fotógrafos me di cuenta que no solo el cine, sino también cualquier expresión artística, tienen como objetivo generar un cosquilleo o un detonante, en la mente, cuerpo o espíritu del espectador.
Mi preocupación o reflexión está encaminada hacia cómo el ciudadano, el fotoespectador, el adulto mayor, el joven o el niño y sobre todo el fotógrafo hacen un uso acertado de las herramientas tecnológicas que nos brinda el mundo contemporáneo en el momento de hacer fotografías y comunicar un mensaje.
Según un artículo del portal web de National Geographic, en un rango de 60 segundos se suben aproximadamente 65.000 mil imágenes en la red social Instagram, que corresponden a usuarios de diferentes partes del mundo: aficionados, fotógrafos, jóvenes, influenciadores y otros. El problema, en mi opinión, no es que todos ahora estemos haciendo fotografías, o por el tema de la democratización de la tecnología ahora todo el mundo sea fotógrafo y comparta fotos por medio de sus redes sociales. La pregunta es ¿qué están contando nuestras imágenes al espectador? ¿Qué aportan estas imágenes a la construcción de un imaginario de sociedad o de memoria? ¿Cómo podemos ser más proactivos y propositivos con el uso apropiado de la fotografía o el cine, según el escenario en el cual participamos o la audiencia con la que nos comunicamos?
La producción masiva de imágenes en el mundo de hoy se nos hace invisible porque estamos dedicando gran parte de nuestro tiempo a producirlas pero no estamos siendo conscientes en el momento de leerlas y consumirlas. Estamos inmersos en una cultura visual que debe ser replanteada no solo desde el oficio de los fotógrafos o de los comunicadores de la imagen, sino también desde nuestra posición crítica como consumidores y replicadores de imágenes que consumen fotografías, de las cuales somos conscientes de su poder y del impacto que generan.
Me llama mucho la atención cómo en la sociedad moderna las imágenes nos llevan a la movilización, al activismo y al empoderamiento de muchos temas que son visibilizados gracias al poder que estas tienen y cómo los nuevos canales de comunicación democratizan la información. Si fuéramos más conscientes de estos procesos comunicativos y del poder que tienen las imágenes seguramente nuestras sociedades serían mucho más críticas, objetivas y conscientes en el momento de emitir o recibir muchos de los contenidos, políticos, publicitarios, religiosos o artísticos que se producen en la actualidad.
Para concluir quiero dejar una frase del artista, fotógrafo y crítico de arte Joan Fontcuberta:
“La fotografía puede ser verosímil pero no verdadera”. Lo que me lleva a pensar que a pesar de que estamos en un mundo donde las imágenes son masivas y furiosas y donde al mismo tiempo no existe una realidad absoluta, cada quien construye una verdad a partir de su experiencia y la manera en como recibe, decodifica o emite la información.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015