Como verás, estoy entrando en la modernidad en asuntos de terminología taurina. No te hablo de duración ni de fondo, que son términos más tradicionales cuando se busca definir el tiempo que puede estar embistiendo un toro, con buenas condiciones, naturalmente, en el tercio de muleta. Al hablar de buenas condiciones me refiero a la demostración de casta y bravura debidamente combinadas y matizadas con clase, calidad, nobleza y en general, usando otro término de la “nueva ola”, con toreabilidad.
¿Y de dónde, nos preguntamos muchos, ha salido esa “durabilidad” del toro contemporáneo que bien difiere de la condición que de “fondo” mostraba años atrás?
He leído como algunos tratadistas, e incluso ganaderos, le achacan esta duración, este aguante del toro actual, esta “durabilidad”, a la consolidación de la bravura en los hatos de casta. Otros al contrario sostienen que se trata de una condición que solo se da en las llamadas ganaderías “comerciales” y que es precisamente una demostración de merma en la casta de la res y que los criadores que buscan vender con facilidad sus encierros la valoran y la han ido incluyendo en el menú de sus tentaderos, de modo que se trate de una característica mejor puntuada, mejor calificada, que inclusive otras más tradicionales como la forma de acudir y de pelear en el caballo. Y una tercera teoría que no he leído, pero que no dudo que por alguien ya ha debido de ser lanzada, es la que dice, o diría, que el toro actual, por estar sometido a mejores condiciones de crianza, tanto alimentarias como sanitarias, posee una mayor fortaleza física, un mayor aguante, que le permite soportar sin cansarse, sin desfallecer, el tiempo que el público moderno le exige a una faena de triunfo.
En mi opinión, mi querido Juan José, de las tres teorías esbozadas, la única que no se puede discutir es que un mejor y mayormente tecnificado manejo del hato bravo, necesariamente conduce a producir un toro mejor nutrido y por ende con mayor resistencia frente al cansancio físico que el que se criaba antaño.
Pero para redondear esta idea es sumamente importante tener en cuenta a quien para muchos es hoy el actor principal de la fiesta: el torero. Sí señor. Resulta que hoy día la tauromaquia ha evolucionado bajo la premisa de darle “gusto al cliente”. En la medida en que el espectáculo taurino es más eso, o sea más espectáculo que rito, con más ahínco se busca complacer a la asistencia, que en la actualidad está demostrando que le gustan las faenas largas, no importando que sean descafeinadas y marginales.
Y si en ello se han empeñado los toreros que andan en activo, no importando su edad cronológica o sus años de alternativa, en ser vedettes, estrellas del mundo rutilante de las revistas del corazón, vendedores de sueños y de ilusiones, cada vez tendremos entre nosotros más “pega pases” y menos toreros, en el estricto sentido de la palabra. ¿Y qué pretendo demostrar con eso? Pues simplemente que para que un toro dure lo que hoy quieren los públicos hay que cuidarlo, no se puede someter, no lo pueden romper y menos permitir que él se rompa embistiendo, porque si eso sucede no tendría la “durabilidad” que la gente espera ver. Para que un animal tenga “durabilidad” hay que darle un tratamiento distinto al que a través de la historia se la ha dado al toro bravo.
En cuanto a la veracidad de cada una de las teorías citadas, cada lector verá cuál prefiere.
Recibe un abrazo de tu amigo. El Fraile.
Añadido: ¿Será que estamos rompiendo mitos? ¿Los “indulta toros” estarán mejor catalogados como “pega pases” que como toreros que citan, templan, mandan y rematan con la verdad por delante? ¿Y es posible que quienes afirman que solo se indultan a los mansos lleven razón?
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