Todo pasa y yo aquí, sin tema. No quiero hablar de la reforma tributaria porque de eso no sé y no cabe en mi cabeza que al bajarle los impuestos a los ricos se produce más empleo. No veo cómo puede ser posible que si las empresas pagan menos impuestos y la clase media paga más, entonces a los pobres se les abaratan los productos básicos ¿Eso a quién se le ocurrió? La verdad es que no quiero averiguar porque si digo que fue a Uribe, no me van a creer.
Ni sobre la consulta anticorrupción porque tampoco entiendo. Me parece lógico que los corruptos no quieran votar, pero no alcanzo a comprender cómo a alguien honesto no le parezca injusto que un salario mínimo sean 780.000 pesos y dos millones de colombianos vivan con eso y cerca de once millones ganen menos que eso y nuestros congresistas se ganen cuarenta veces más que eso. Cuál puede ser el motivo para que una persona no quiera que los que nos roban vayan a la cárcel y no puedan volver a contratar con el Estado. O cómo por qué no querer que los congresistas por lo menos vayan a trabajar y rindan cuentas o que muestren la declaración de renta antes de posesionarse. Vaya uno a saber los motivos, pero tampoco quiero investigar porque si compruebo que es Uribe el que no quiere que nos dejen de robar, no me van a creer.
De Mocoa, menos. No entiendo. Si todavía se estaban recuperando de la avalancha del año pasado que dejó más de 300 muertos, 400 heridos y como 22.000 damnificados que apenas podían creer lo sucedido y ya están otra vez en la misma tragedia, cómo así, qué sería lo que pasó con los 1,2 billones de pesos destinados a su recuperación. Todo se volvió a perder, el dolor, el trabajo, el esfuerzo, todo se lo llevó el agua. Es difícil de creer. Se cayó el puente que habían hecho, otra vez a evacuar lo evacuado y reconstruir lo reconstruido. Qué tristeza. Y hay quienes no quieren votar la consulta, aunque sea solo como una protesta al robo institucionalizado. Tampoco entiendo por qué Duque dice que sí y Uribe que no. Mi cabeza no me da para eso.
Y menos ahora, que quisiera hablar de la vida, como antes, cuando todos estábamos y todos éramos felices y no lo sabíamos. Antes cuando escribía de amores y alegrías. Cuando no era necesario levantarme a luchar contra el dolor de la ausencia de un ser querido. Y es que no basta con que me digan que en el otro mundo nos abrazaremos de nuevo, eso no basta porque tampoco entiendo de qué se trata la muerte. Lo que sí entiendo es que morimos cuando nos olvidan. Por eso mis muertos están vivos. Y quisiera escribir como antes, de la vida vida, no de la vida que existe cuando se acerca la muerte a nuestra vida. Ni quiero hablar de sentimientos, me abruma mucho sentir, no puedo oír más noticias tristes ni saber de más perros maltratados, ni de todos los que se mueren de cáncer ni de los niños abandonados ni las niñas violadas, ya no resisto un periódico ni un noticiero. Ya tengo suficiente. Me acuerdo cuando, antes, pensaba que la soledad era un lujo, y ahora comprendo que la soledad es los que no están. Y qué dolor esta soledad de los que se fueron para siempre. Y los que se irán, y hasta nuestra ausencia inminente, la propia, esa que no sentiremos, esa también duele, porque se acerca, porque empieza a doler el cuerpo y a cansarse de tanto amar, a morirse poco a poco, día a día, y el espíritu, quién va a soportar ese miedo a que todo da cáncer, hasta el sol. Ya nada queda. Yo mejor dejo así por hoy, porque hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres, como en las noches lúgubres el llanto del pinar. El alma gime entonces bajo el dolor del mundo y acaso ni Dios mismo nos puede consolar. Como dijo el poeta Barba Jacob.
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