Es duro aceptar que se nos están robando el país. Es difícil creer que cuando nuestros gobernantes deciden hacer, por ejemplo, una carretera, empieza el negocio redondo para todos. El que la asigna hace un estudio que no sirve para nada pero sí para quedarse con una buena parte, y como está convencido de que es una obligación que lo sobornen y un deber dejarse, también se enriquece con otro buen pedazo de la torta que le da la empresa a la que le asigna la construcción de la vía. Esta empresa, consorcio, nido de ratas o como se llame, se confabula con otra a la que le da en concesión el manejo de los peajes y con otra encargada de cobrar las infracciones de tránsito de los ciudadanos que se atreven a salir en carro, moto, camión o lo que sea. Esta última del cobro de multas, se embolsilla como el 35% de cada sanción que pagamos los incautos. Para la institución de la Policía Nacional va como el 50% y a la secretaría de Transito apenas le llega el 13%. Y lo que queda, se lo roban también.
Y un día cualquiera usted se encuentra en el correo electrónico con un e-mail de “SIMIT” y lo abre con cautela por si es un virus y resulta que es a cobrarle la paseada por las carreteras de Colombia. Sí, es parte de un virus que llevamos los colombianos dentro, en las venas, en el alma.
¡Malditos, malditos desgraciados! Porque si uno supiera que es para invertir la plata en la educación y salud de nuestros niños, pagaría impuestos y multas sin quejarse. Pero eso no pasa en Colombia. Aquí todo se reparte. Y cada vez estamos peor.
Qué desgracia de país ¿Por qué no podemos ser siquiera como Ecuador? Es como una maldición. Si pudiéramos cambiar la mentalidad no sería necesario reformar códigos de policía ni hacer más cárceles.
Somos una especie corrompida, vendida, materialista, ignorante. En este país hay que hacer comerciales de televisión para explicarle a la gente que comprar cosas robadas, sobornar a un policía y vender contrabando es delito. Los colombianos no parecemos tener ninguna consciencia de lo que está bien y lo que está mal. Porque aquí todo se vale.
Se vale que tengamos pésimas carreteras, educación, seguridad social, desarrollo, economía, etc. y sobre todo se vale que seamos unos aviones que pasamos por encima de la gente. Aplastándola.
A mí me aplastaron el ánimo, el día, y casi, si me dejo, me aplastan la vida con dos fotomultas por exceso de velocidad por valor de $856.432. El adjunto que venía en el correo no abría, por supuesto, y me tocó salir para la secretaría de Tránsito de Villeta a averiguar mis velocidades. En una iba a 72 km por hora en un tramo donde estaba permitido ir a 40, y en la otra iba a 70 donde decía que fuera a 30.
¿Para qué carajos hacen autopistas entonces? Si Bogotá - Villeta es uno de los corredores viales de doble calzada más importantes del país, cómo puede ser posible que si usted va a 70 Kmph lo multen.
Pues porque, como sabemos, todos ganan; menos nosotros. Y el que pone las señales, sin estudios ni lógica ni corazón, seguro está amangualado con el de las sanciones… ¿Será el Invías?
Les aseguro que no es por brutos. Ellos saben que es imposible ir a veinte porque el carro no aguanta, si va en primera brinca y en segunda se apaga. Por eso donde se puede ir a cien ponen un aviso para ir a veinte porque saben que de ahí en adelante usted no les cree nada pues si lo hace se mata.
Pero eso qué importa si el negocio es súper rentable. ¡Malditos!
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