En este celebrado día de amor y amistad quiero hablar de amor. Decir aquí sin rodeos lo que pienso, mesurar lo incontenible, valorar lo inmensurable, lanzar al viento mi canto al amor, a las noches en su nombre y al dulce nombre de sus noches. Decir del amor lo que pienso después de tanto amar. Y voy a hacerlo porque lo considero un deber moral con quienes me han amado. Debo decirlo para honrar sus nombres, lo merecen los que se han ido y los que se han quedado. Ay amor amor amor, cuántas estupideces en tu nombre cuántos pecados cometidos. A los que habitan el alma y los deshabitados también, los extintos, los hallados, al primero y al último, a los amores perdidos sin luna y sin rastro, a los que no superan un día, y a aquellos pocos que han recorrido mi nombre con el roce de las tres letras de la palabra “mía”.
Por los amores sin nombre. Por los que haber sentido amor no tiene nombre. Por los que dañan el corazón y hasta el nombre. Por los que atraviesan el alma, los que sucumben y los que acostumbran el cuerpo. Al amor inaudito. Al que acecha. Al amor amante. Al amor sospechoso que conspira entre sábanas, al que trasciende la piel. Al aprisionado, al desesperado, al idolatrado, a ese amor obsesivo que quema y consume, desangra las venas y corrompe la mente. Al desamor y al amor sin dueño, a todos los locos amores, a los que pudieron ser y no fueron, a los que fueron y no pudieron. Y a la luna también, por regalada. Voy a decir lo que pienso de los amores difíciles, los platónicos, los reales, los aventureros y los mundanos también.
A los que he querido entregarles la vida y los que no la han aceptado. A los que arrullan, a los que enseñan. Al amor que hace volar. Al intrépido y al cobarde, al secreto y prohibido. Al que se esconde miedoso en las entrañas. A los amores que se confunden una noche entre las sombras, que no conocen la luz, esos que mueren al alba. Al que sabe a lágrimas amargas y traiciones. Al amor calculado y al que cree, al que cobra y al que paga. Al que debe. Al que vale. Al que detiene el tiempo y el latir del corazón. Al tormentoso y al que me ha dado calma. Al amor amado, al armado y al desarmado. Al amor del alma, al desalmado y al que desalma. Al amor divinizado de Neruda, que se acerca y al amor divinizado que se va, amor que puede ser eterno y puede ser fugaz. A mi amor el único, y al innombrable amor sin letras de una noche de culpa con lluvia y sin estrellas.
A todos, así, sin más preámbulos, quiero decirles, entre comillas, lo que pienso del amor:
“ ”.
Dicho todo lo anterior, me despido en este día, de todos, mis amores.
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