Tarde tarde, siempre tarde. Todo a última hora. Todo para mañana. A los colombianos nos coge la tarde para todo. Como a mí. Tarde para acostarme a dormir, tarde para levantarme, tarde para salir, tarde para llegar, tarde para escribir la columna, tarde para mandarla. Pago la administración del edificio el último día que se puede pagar con descuento, igual el impuesto predial, y el de vehículos también, y el Soat y el seguro del carro, todo justo a tiempo. Pago los servicios públicos el último día antes de que los corten y llego a pagarlos un minuto antes de que cierren, lo mismo que la declaración de renta. Vivo en una carrera contra el tiempo, y no he podido cambiarlo. Creo que por eso es que dicen que cada día trae su afán, pues todos los días hay algo que hemos debido hacer hace tiempo y ahora toca hacerlo de afán. Y así somos casi todos, dejamos para mañana lo que se puede hacer hoy.
Pero hay algo que no dejamos para mañana nunca, una cosa a la que sí le madrugamos siempre. Los colombianos hacemos todo tarde menos empezar la Navidad. Mitad de noviembre y ya se siente ¿o no? Dame tu mujer José, dime cuándo me la darás, eres un hombre sinvergüenza y me la tienes que pagar, ay Joselito no llores, por esa morena hermosa, acuérdate cuando Dolores, que tu alma casi la destroza… apenas uno oye esa canción de Guillermo Buitrago, no importa si es octubre, algo en nuestro interior cambia hasta enero. Ya cuando uno la baila, nuestro cerebro condicionado y espíritu incondicional, dan por empezadas las fiestas de diciembre.
Diciembre es una dicha porque no se hace un carajo. En las oficinas los empleados se van más temprano o no trabajan por las tardes o llegan tarde porque el jefe no va por estar enguayabado. Para eso es diciembre, pa vagar. En las casas solo se piensa en el 24 y el 31, para dónde vamos, con quiénes, qué nos vamos a poner, qué vamos a regalar. Gastar plata no le duele a nadie, para eso es diciembre, pa gastar. Tampoco a nadie le pesa enfiestarse un lunes, porque para eso es diciembre, pa celebrar. Qué vamos a comer, qué hay que comprar, cuántos vienen a la cena, para eso es diciembre, pa tragar. Para dar, compartir, tomar trago y pasar bueno. Y con lo difícil que es empezar el nuevo año endeudados lo mejor es terminarlo enrumbados.
A estas alturas ya conocemos la tendencia de la moda navideña de este año y ya hay arbolitos armados alumbrando las salas de las casas. Este año la moda no está muy loba, qué lástima. Se usa el estilo escandinavo, colores pasteles de invierno que contrastan con los beiges y taupés y tonos grises, y materiales translúcidos y metálicos que den la sensación de congelado. Pero a quién le importa eso, la gracia es engallar la casa con todo lo que uno tiene y no ha sido capaz de botar en los últimos veinte años. Y con el camello que es desbaratar la Navidad y meterla entre cajas hasta el año entrante, lo mejor es empezarla rápido para poderla disfrutar. Hay que tener cuidado de todas maneras porque si se adelanta uno tanto, cuando va a colgar las guirnaldas le salen de calaveras porque las compró en octubre. Y no se adelante a poner el niño Dios en el pesebre que él llega hasta el 24. Por lo demás, madrúguele a diciembre, que es el mes de la felicidad, de la familia, del amor, de los regalos. Ay Joselito, yo quiero esa muchacha, ome porque tiene la vida muy risueña. Parece que a José también se le hizo tarde para entregarla. Dame tu mujer José, dime cuándo me la darás…
Regale amor, todo el que tenga, y tiempo y sonrisas. Y empiece desde enero cada año, que se le hace tarde.
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