Tanto quise decir y ya lo dije. Y mal dicho. Ya no puedo ni pensar, tener un pensamiento solo mío, porque ante la escasez de tema, todo lo que pienso me toca escribirlo. Tengo que aprovechar cualquier pensamiento, chisme, lo que sea. Y ya nadie me cuenta nada. Los que lo hacen, antes de contarme me piden que no lo vaya a publicar. Y estoy segura, que ante la duda, no me cuentan la parte truculenta del cuento, que es la buena. Y yo no puedo seguir así.
Si uno escribe todo lo que piensa puede llegar a escribir mucha bobada. Discúlpenme por hablar tanto de mí como si fuera gran cosa. Repetirme. Borrarme. Continuarme. Afortunadamente se les olvida, si se acordaran yo no tendría ninguna credibilidad. Hoy pensaba hablar de la aprobación y también la piquiña causada con mi pasada columna antitaurina, y como también a mí se me olvida lo que escribo, puse “toros” para buscar el archivo en mi computador. Me sorprendió ver varios documentos con la palabra, y abro el primero, de marzo de 2010: “Desde chiquita mi papá me llevó a toros, y no me acuerdo si alguna vez me impresionó lo que vi. Tal vez me deslumbró más su espectacularidad y belleza que su barbarie y a lo mejor no quedé traumatizada porque nunca me han gustado mucho los animales; algunos muy bonitos sí, pero no me inspiran más”. Esa era otra, la otra que era yo de la que hablé aquí en una columna hace poco, no sé cuándo, pero no busco la palabra “otra” porque quién sabe qué me sale. Lo cierto es que sentí vergüenza. No era verdad que no me acuerdo. En mi primera corrida casi no pude ver nada y mi papá verraco de verme tapándome los ojos con las manos, acurrucada en barrera contra el muro y preguntándole constantemente ¿Ya, ya? Creo que no entendí nada. Como tampoco entiendo ahora en qué estaba pensando para decir que la espectacularidad y belleza están por encima de la barbarie. Estaría pensando en los culos de los toreros ¡Por Dios, quién era yo antes de mis tres perritas! Cómo pude vivir sin amar los animales, qué era lo que amaba entonces. ¡Dizque algunos muy bonitos! La noche después de la última corrida que fui y que me invitó mi padre, no dormí devolviendo atenciones en el baño. Me impresionó tanto como la primera vez. Ya las tenía a ellas.
Por eso es que yo no me puedo responsabilizar de lo que digo. Y así sí no se puede. Luego abro una de enero de 2009 donde escribí: El matador seduciendo al toro, al público, a la muerte. El sol al traje de luces. La música al valiente súper hombre que baila incitante frente a 500 kilos de fuerza, el baile de las entrañas de la vida donde un error es mortal. Y en la de este año, que se llama “Error monumental” digo refiriéndome al tal arte de la muerte, que esos tres toreros son más cobardes que valientes… ¡Entonces en qué quedamos compañeros!
Y para rematar, encontré una de noviembre del 2009, en la que nombro a los toros por quejarme de que prohibieron fumar en la plaza, pero realmente se trataba de la prohibición a la presentación del grupo Calle 13 en Ferias. No soy capaz de copiar lo que dije pero ¡estaba tan equivocada! Aunque declaré mi completo descuerdo con la cancelación del concierto por parte de la Alcaldía de Manizales, al grupo lo traté de reguetoneros, que de lejos, no lo son. No tenía idea de quiénes eran y sin embargo me atreví a catalogarlos. Y hoy me encantan, soy fan número uno. Entonces, además de la vergüenza y el arrepentimiento, vendrá el desprestigio y la burla, factores que me impulsan a darle un descanso a mis lectores. Otro factor relevante, es que en Villeta, siempre siempre hace el mejor sol de la semana los viernes por la mañana. Y yo en lugar de estar disfrutando la piscina, escribo la columna en mi estudio, que por ser en el segundo piso alcanza temperaturas de 35 grados.
Así que me despido por un tiempito, cuando tenga algo seguro que decir, volveré a molestarlos.
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