El 1,7% de la población global tiene atributos de intersexo, dice la oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, y le creo, pero me sorprende. Desde siempre todos debíamos encajar en hombre o mujer. Luego también en heterosexuales y homosexuales. Siete años atrás se agregó a la comunidad LGBT la letra “i” con el propósito de incluir a los intersexuales. Y desde hace unos días en Alemania las actas de nacimiento tienen una nueva casilla en el rubro de sexo: "intersexual", siendo el primer país europeo en reconocerlo legalmente. Aparentemente estos cambios se han dado rápido y ya constituyen una pequeña revolución, pero es algo que los países han debido hacer hace mucho tiempo, y que deben hacer todos.
Nueva Zelandia es pionera. También en Australia, Nepal, Pakistán, Bangladesh, India, ya existe otra casilla para marcar el sexo en el documento de identificación, y Canadá y Kenia han dado pasos importantes para conseguirlo. En la isla de Malta, aunque no se ha estipulado el tercer sexo, esta definición puede aplazarse hasta que la persona encuentre su identidad sexual; pero van más allá, en 2015 se prohibió operar a un bebé o un niño para asignarle un sexo.
Existen tantos tabúes sobre esto que lo que hacen médicos y padres es operar al niño, o jugar a dios como quien dice. Ellos escogen si es hombre o mujer. A los papás les dicen que les nació niño o niña y evitan mencionar que no se sabe el sexo. Y los papás, cuando descubren que su hijo no es ni lo uno ni lo otro, jamás se lo dicen sino que lo visten de azul o rosado de acuerdo a sus preferencias. Es el caso de Jeanette, una inglesa de 71 años que a los 50 descubrió que la operación que le habían hecho a los 16 fue para extirparle sus testículos internos. 35 años después en una consulta médica vio en su historia clínica un diagnóstico que decía: Síndrome de Insensibilidad Androgénica Completa -SIAC. Investigó y supo que estos niños son genéticamente masculinos pero su aspecto externo es femenino. Varias veces pasó por el quirófano y nunca le dijeron de qué la operaban ni le explicaron por qué nunca tuvo la regla ni pudo tener hijos. A los 28 se casó con un hombre y se separó a los dos años del miedo que le daba tener relaciones sexuales. Cuando a los 50 años se enteró de que antes de la operación tenía el útero del tamaño de un fósforo y dos testículos totalmente formados, dice que lloró y lloró y lloró sin parar.
Otro caso similar es el de Joe Holliday, británico de 29 años. Al año de nacido, un especialista le dijo a su madre que sería mejor para él ser niña, porque quirúrgicamente sería más fácil y porque él no podría soportar ser hombre sin tener genitales masculinos. Esa noche su mamá le cambió la piyama azul por una rosada y lo convirtió en Joella. “Durante años me sentí como si estuviera metido en un agujero negro” le dijo Joe hace poco a la BBC. Y contó lo mismo, nunca supo nada, hasta los 20 años, cuando por casualidad leyó su historia clínica y descubrió que su cromosoma era XY, genéticamente era hombre, era Joe no Joella. Tenía lo mismo que Jeanette. A él le sacaron los testículos a los 18 meses de edad. Los casos serán miles, y distintos, considerando que hay más de 40 variaciones congénitas de trastornos del desarrollo sexual.
En Colombia existe una tutela interpuesta en el 2011 por la mamá de un bebé intersexual. A ella lo que le interesaba era afiliarlo al Sisbén, no el color del ajuar, pero no fue posible porque cuando nació, la médica rural no puso ni masculino ni femenino en el registro de nacido vivo. Cuando le fueron a sacar el registro civil, la registraduría se negó a expedirlo porque en ninguna parte decía si era hombre o mujer. Y en el Sisbén se negaron a afiliarlo sin la presentación del registro civil. La burocracia, la ignorancia y los prejuicios crearon un niño sin futuro, sin derechos, sin sexo. El fallo de la Corte Constitucional ratifica que el niño tiene todos los derechos, que el Sisbén lo debe aceptar, pero no dice qué hay que hacer. Y nadie hace nada.
El tercer sexo existe. Y tiene derechos. Son unos 124 millones de personas en el mundo, para mí, unas suertudas. Un poco de aquí y un poco de allá, qué delicia. Pero mientras sigamos pensando que son fenómenos los haremos desgraciados, cuando tienen “todo” para ser felices.
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