Estoy mamada de tantas bendiciones. No las merezco. No las quiero. Por favor no me las den que no se las estoy pidiendo. No sé en qué momento a la gente le dio por levantarse a repartir bendiciones por doquier. Ya no dan las gracias ni se despiden ni saludan, ahora todo es bendiciones ¿Desde cuándo Dios los nombró repartidores? ¿Por qué será que creen que tienen la potestad para hacerlo? ¿Quién les dijo que eso es buena educación?
No creo que por darlas sean mejores cristianos ni que con esto sean misericordiosos. Tal vez se espera que al bendecir a alguien esas bendiciones se devuelvan, pero si son tan creyentes deberían saber que es deber dar sin esperar nada a cambio. Si buscan piedad, pueden ir a misa, a rogarle piedad al Dios piadoso. Allí por lo menos no pueden echar bendiciones porque para eso está el cura que sí tiene autoridad para despedirnos con la bendición de Dios Todopoderoso, padre, hijo y espíritu santo descienda sobre vosotros. Esa se recibe con gusto, o la de una madre o un padre o tal vez una en el lecho de muerte. Pero que ahora en vez de dar el feliz cumpleaños den bendiciones, eso no tiene sentido y hasta pecado debe ser.
La costumbre de dar la bendición se remonta a los tiempos antiguos y era toda una ceremonia. Antes de morir, los patriarcas bendecían a sus hijos y a su familia; los profetas bendecían a los servidores de Dios y a su pueblo. Los católicos han bendecido el pan y el vino desde tiempos inmemoriales, se consagra el cáliz y el copón, y ustedes han visto en misa el rito que se hace para bendecir el cuerpo y la sangre de Cristo, es cuando todos se arrodillan en silencio en concentración absoluta mientras el padre reza de pie, con las manos extendidas y los ojos levantados hacia el cielo. En otros tiempos, cuando los obispos entraban a algún pueblo o aldea se tocaba una campanilla para advertir a los fieles que vinieran a recibir la anhelada bendición, y cuando visitaban las cortes no podían salir sin antes hacer un gran ritual para bendecirlos a todos. Pero han de saber los distribuidores de bendiciones, que ni siquiera todos los eclesiásticos han estado autorizados para hacerlo. Las consagraciones son reservadas exclusivamente al orden episcopal; estas son las de las iglesias y altares, por ejemplo, y también las de los reyes y caballeros solo las pueden hacer los obispos. Las bendiciones permitidas a los presbíteros, sin licencia del obispo, son las de los matrimonios, de los frutos de la tierra, del agua bendita. Cada eclesiástico debe seguir las normas que le están prescritas en el ritual de la diócesis en donde ejerce su ministerio, pero, aunque todos los obispos y presbíteros pueden darlas, solo los primeros pueden hacerlo alzando la mano con la señal de la cruz y acompañándola con oraciones, como lo hace el papa por la calle. Los presbíteros únicamente pueden darla de este modo cuando celebran misas o administran los sacramentos, porque les está prohibido por un decreto de la sagrada congregación del 24 de agosto de 1609, como también el hecho de hacerlo en presencia de otro eclesiástico con un cargo superior, a no ser que se tenga un permiso particular.
Como ven eso no es repartiendo a diestra y siniestra y se merece todo el respeto. A quienes se creen emisarios de Dios les pido que no se ofendan, igual a mis seres queridos, amigos y a todos los bendicionistas que me regalan bendiciones desde que me levanto hasta que me acuesto, pero cuando les doy algo denme a mí las gracias y no pongan a mi Dios a que me pague, y tampoco lo consideren una bendición de Él, pues fui yo la que hizo el esfuerzo para darlo. Y si no me quieren dar las gracias no importa, pero más bendiciones no, por favor, yo ni siquiera las devuelvo.
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