En curioso, bien investigado y elaborado libro: “312 dichos, sentencias y refranes de ‘La Celestina’ [de Fernando de Rojas]” (Manizales, 2016), su autor, Don Efraim Osorio, nuestro gramático de cabecera, recoge el siguiente: “Cuando a los extremos falta del medio, arrimarse el hombre al más sano, es discreción” (51), con la interpretación del autor de acogerse las personas sensatas por la alternativa que se considere mejor, con menos riesgos. Es, quizá, la idea del justo medio, en falta, que conduce a escoger entre dos males el menos malo. Pero, en general, el justo medio será un atractivo para tomar distancia de extremos siempre perversos. Lo cual no quiere decir que se mire con desdén a uno y otro lado. Ese justo medio deberá involucrar una toma de posición frente a los problemas y las situaciones engorrosas, para ayudar a dirimir opciones antagónicas, en busca de un camino de mejor perspectiva.
Para todo aquello se requerirá una mente avisada y espíritu sereno, condiciones adquiridas con el entrenamiento de la vida diaria, apegada a formas no radicales de pensamiento, con algo de escepticismo. La pasión suele colarse en las actuaciones cuando nos dejamos dominar por la intemperancia, el rechazo al otro, o a lo otro, por distinto que parezca. Ese entrenamiento de equilibrio deberá alcanzarse en la rutina de diálogos y debates, para conseguir la comprensión de las diferencias, por extremas que sean. Se conversa y se debate no tanto para convencer al otro, o para que nos convenzan, también para identificar con claridad las posiciones, aún las irreconciliables. Lo que nos conducirá a aceptarnos con respeto en las diferencias, y poder seguir adelante encontrando espacios donde podamos actuar en común, por el bien del conjunto, sea familia, amistades, grupo de trabajo, con alcance en el mejoramiento de la sociedad.
Bueno es recordar las experiencias desarrolladas por el físico teórico David Bohm (1917-1992), quien preocupado por la persistencia de las guerras en el mundo decidió acometer una quijotesca empresa: promover los diálogos como forma de acercamiento y de reconocimiento recíproco. Generó un método abierto, con no más de cuarenta participantes, congregados con un moderador y sin agenda previa. La confusión inicial era grande, pero poco a poco iban aflorando asuntos y estableciéndose la conversación. Donde más intervino con su método fue en la India, por el acercamiento espiritual que tuvo con las tradiciones trascendentales de ese país. Ante todo era un ejercicio de aprender a escuchar y de elaborar procesos de comprensión, con aclimatación del respeto. Lo cual conduce a afinar la coherencia. Promover tertulias es un buen paso.
Bohm hace notar que las situaciones de crisis no son propiamente las guerras, las drogas, la delincuencia, el deterioro del medio ambiente, o las situaciones económicas, sino el pensamiento que las origina. Y ahí es donde el diálogo permitiría abordar los problemas en sus causas, las ideas que ocasionan los más cruciales conflictos. Actitud de buena voluntad facilitaría ese tipo de procesos para asumir el conocimiento cabal de los problemas y contribuir en sus soluciones. Además, se hace necesario crear ambientes sociales muy amplios que asimilen con claridad y ponderación los resultados benéficos alcanzados. Experiencia reciente en Colombia ha sido el “Acuerdo del Teatro Colón” suscrito entre el gobierno y la insurrección armada de más arraigo, con secuela de no estar preparada en general la sociedad para fomentar la comprensión y la concordia. La polarización de actitudes perturba la puesta en marcha de lo acordado. No hemos alcanzado la pedagogía necesaria para que la sociedad asimile proceso de esa complejidad, necesario para lograr el camino más seguro hacia la paz, por imperfecta que pueda ser. La altisonancia generada se multiplica con gritos y mentiras, en sostenida reiteración.
Las lenguas tienen una dinámica veloz y en mayor grado en los tiempos que corren. Palabras y expresiones desaparecen, y otras afloran, en especial por la incontenible innovación y penetración de la “tecnología”, de preferencia provenientes del inglés. Y, en especial, por la contaminación de ruido en las relaciones. En lo personal extraño cómo ha desaparecido en el decir la palabra “sindéresis”. La busco en el “Pequeño Larousse” (1995) y no la encuentro, pero en la edición de 1960 todavía existe: “Entendimiento, juicio, capacidad para juzgar rectamente”. Voy al diccionario del español actual de Manuel Seco, y dice: “Sindéresis: capacidad natural para juzgar rectamente”. En el de la RAE repite lo mismo, antecedido por “discreción”. Igual en “Clave - Diccionario de uso…” Esa alusión a la “capacidad natural” parece no tener lugar. Lo natural y corriente es el juicio apresurado y desafiante; Colombia, un ejemplo.
Entonces, ¿por qué no hacer de la Educación, de la pedagogía, un instrumento para ambientar el diálogo, la conversación, como la manera mejor de desechar prejuicios y conquistar atmósferas estimulantes para el entendimiento?
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