La vida trae sorpresas. En el caminar se van dando situaciones, encuentros, dificultades, vislumbres de cosas maravillosas, sin descartar lo trágico… Y lo más estimulante, los encuentros con personalidades que le permiten a uno mirar para lo alto, con ambición por el conocimiento, el saber, la conmoción del arte, la poesía. En estas líneas testimonio el recuerdo de Léopold Sédar Senghor (1906-2001), poeta y estadista senegalés, que fue invitado por el presidente Belisario Betancur, con visita a Bogotá en octubre de 1984. Betancur ya había publicado versiones suyas en el libro “El viajero sobre la tierra” (Tercer Mundo, 1963). Hubo actos centrales en la Presidencia y un singular homenaje en la Biblioteca Nacional de Colombia.
Senghor nació en Joal, cien kilómetros al sur de Dakar, en Senegal que fue del dominio francés. Estudió en París y estuvo caracterizado como eurofrancés; soldado del ejército de Francia en la segunda guerra mundial, con tres años de cautiverio al haber sido hecho prisionero por los alemanes. Ejerció la docencia, con veleidades por la política. Fue diputado socialista de Senegal en la Asamblea Nacional de Francia. Luchó por la independencia de su patria, la que alcanzó en 1959, siendo elegido presidente, con reelecciones sucesivas hasta su retiro voluntario en 1980. Escritor prolífico en temas de la literatura y la política, y en libros de poesía. Ingresó a la Academia Francesa en 1984, como primer negro. Elaboró y difundió el concepto de “negritud”, que hizo palpable en sus poemas (“¡Mujer desnuda, mujer negra/ vestida de tu color que es vida, de tu forma que es belleza!”).
En la condición de director me correspondió organizar y presidir el homenaje que se le rindió en la Biblioteca Nacional, el 8 de octubre, con acompañamiento del presidente Betancur y del embajador de Francia, Pierre de Boisdeffre, quien disertó sobre “L.S. Senghor, poeta y filósofo de la fraternidad humana”. Los actores Laura García y Germán Jaramillo interpretaron poemas del homenajeado. En mis palabras exalté las cualidades del pensador, del poeta y del estadista que supo despertar una cuarta opción -“menos pluralista, pero más comunitaria y espiritualista”, en sus palabras- en el resurgir de los pueblos al mundo del desarrollo y de mayor bienestar humano, con la simbiosis de socialismo y religión, con soporte en sus estudios de autores clásicos, con Marx y Engels en un lado, y en el otro con Teilhar de Chardin, y raíces de su pensamiento en Heródoto, Tales, Platón.
En diversos momentos de su visita conseguí entrevistarlo en pausas refrescantes. Con respuestas breves y precisas me dijo, entre otras cosas, que “la Cultura es la creación, pero también el espíritu de la civilización”. Y la política le parecía que era el arte de gobernar la ciudad, a la manera de los griegos, pero con la característica de tener por misión animar e impulsar la Cultura. La poesía la identificaba con la creación; todo creador -dijo- es un poeta, así se tenga otros desempeños de profesiones u oficios. Resaltó los aportes sustantivos de la “negritud” en la música, la danza, la poesía. Reconoce sobre su pensamiento la enorme influencia de Teilhard de Chardin, quien en su decir previó un horizonte que hará palpables las contribuciones de los pueblos en valores originales. También en una pausa accedió a manuscribir, de su puño y letra, su poema en francés “Le Totem” (cf. Revista Aleph No. 51, 1984): “Debo ocultar en lo más íntimo de mis venas/ al antepasado de piel de tormenta surcada de relámpagos y rayos/ Mi animal guardián tengo que ocultarlo/ para no romper el dique de los escándalos./ Él es mi sangre fiel que requiere fidelidad/ protegiendo mi orgullo desnudo contra/ mi mismo y la soberbia de las razas felices”. Era católico, pero supo integrar a los musulmanes, mayoritarios, con sentido de nación durante su prolongada presidencia en Senegal.
En conferencias y en escritos expuso siempre las condiciones del negro africano, en sus tradiciones y valores. Llegó incluso a concebir las diferencias en los modos de pensar del europeo y del africano: mientras el primero piensa analíticamente para el uso de las cosas, el segundo lo hace en forma intuitiva, puesto que se considera parte de ellas. Resalta asimismo la diferencia en la idea de familia: para el europeo es la pareja y los hijos, en cambio para el africano la familia está integrada por toda la parentela. También la diferencia se marca en la idea del mundo como unidad para el negro, en tanto para el europeo el mundo está fragmentado en sectores distintos. En el arte negro africano de igual modo se hace evidente la unidad, considerado como maneras de apropiación y de identificación, con elemento dominante, el ritmo; es cuestión vital que acompaña y le da perfección y belleza a la actividad productiva.
Al morir Senghor en Verson (Baja Normandía, Francia) el 20 de diciembre de 2001, apenas aparece en Colombia (¡por fortuna!), una bella columna de Leopoldo Villar-Borda en “El Tiempo”, dieciséis días después, quien expresó: “En medio de las celebraciones y los balances de fin de año, en nuestro país atormentado y parroquial pasó inadvertida la muerte de uno de los más grandes personajes del siglo veinte en el mundo… Senghor alcanzó una estatura que envidiarían los líderes o gobernantes de naciones mucho más poderosas”.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015