Desde tiempos inmemoriales se han dado pautas para cómo comportarse los individuos y las colectividades, en función de las culturas, las creencias, los intereses. Y esas directrices han sido cambiantes. La cuestión es cómo pensar en nuestro momento unas guías de conducta para ser promovidas con cierta validez general, sin sujeción a ideologías o religiones, a la manera de valores ciudadanos, con ideales de justicia y de virtud. El tema es pertinente en especial para la educación, en todos los niveles. Para su regulación se acude a la expedición de normas en las instituciones y a nivel del Estado, pero el mayor problema se traslada a su acatamiento, para lo cual deberá conseguirse pedagogía adecuada.
En especial me refiero a un hallazgo sorpresivo que tuve en la feria del libro de Madrid: “De la urbanidad en las maneras de los niños” (“De civilitate morum puerilium”), cuyo autor es Erasmo de Rotterdam, en edición bilingüe latín-español, con versión de Agustín García-Calvo, publicado por el Ministerio de Educación y Ciencia de España (1985, 2006). Obra que me trajo a la memoria la “Cartilla moral” de Alfonso Reyes y las elaboraciones y desarrollos de la “Cultura Ciudadana” de Antanas Mockus. Veamos.
Erasmo (1466-1536) fue un humanista y teólogo neerlandés, clérigo en las filas del catolicismo, pero en su formación y desarrollo adquirió condición de libertad en el pensamiento, sin sujetarse a dictámenes superiores, o de ortodoxias. Auncuando su versión en griego del Nuevo Testamento fue acogida por Lutero, quien trató de seducirlo a sus filas de la Reforma, demarcó límites. Tuvo como norma de vida comprar libros con el dinero que alcanzase, y con algún excedente invertir en comida y ropa.
Autor de muchos libros, el más sobresaliente y conocido “Elogio de la locura”, pero todos ellos fueron prohibidos por el “Concilio de Trento”. Sinembargo, su obra tuvo efectos sorprendentes en el mundo intelectual de Europa. En los años finales de su vida sintió profundo dolor por la violencia entre católicos y protestantes, y pudo pensar que la razón se destruía por la pasión y la justicia caía en desastre por la violencia.
En el “Elogio de la locura” se ocupó de una especie de apología de la Estulticia, en forma de sátira al referirse a las supersticiones y a la corruptela en la Iglesia. Estima valedera la felicidad que viven los necios. Expresa las componentes involucradas en Estulticia (adulación, amor propio, demencia, pereza, molicie, olvido y voluptuosidad) como valederas en hacer más agradable la vida. Lujo de ingenio en la manera de ridiculizar actuaciones frecuentes de los humanos, incluidas las jerarquías eclesiásticas.
Fechada en Friburgo de Brisgovia, en marzo de 1530, su obra “De la urbanidad en las maneras de los niños”, dedicada al niño Enrique de Borgoña, de once años, hijo de Adolfo, príncipe de Veere, con 30 reimpresiones en vida de Erasmo. Se trata de un manual que rompe con derroteros de la edad media y se abre a la moderna concepción del ‘bien vivir’, con parangón en España en los “Diálogos sobre la educación” de Juan-Luis Vives (1492-1540). En aquella emprende instrucciones para la vida diaria, con todos los detalles de cómo comportarse. Así, cómo conseguir ánimo sosegado y disponer de respeto amigable. Estima que el alma se localiza en los ojos, de acuerdo con antiguos sabios, por tanto hay que tener mucho cuidado con la mirada. Indica lo adecuado en la posición de las cejas, para no demostrar torvedad, ni arrogancia, y no dar señales de intenciones malas. Las mejillas deben indicar el pudor. La boca no debe tenerse apretada, ni abierta de par en par. Si para bostezar no se logra desvío o retiro, debe cubrirse la boca con pañuelo o con la mano. Para la risa también reclama oportunidad, con moderación, sin llegar a la carcajada. Hay que enjugarse la boca con agua fresca en la mañana, como acto civilizado y saludable. También da instrucciones para andar, con la cabeza peinada, sin inclinaciones que den la impresión de estar gacho. Al estar sentado no se debe jugar con los pies, lo que es actitud de tontos…
Es meticuloso en los temas de la urbanidad para que el niño de Borgoña crezca formado en las buenas maneras. Se ocupa también de la vestimenta, los comportamientos en el Templo, las comidas en la mesa, los encuentros con personas adultas de dignidad, del juego y del dormir. Resalta las palabras “padre” y “madre”, por la dulzura que representan, y las de “hermana” y “hermano”, por lo amables. Apela con insistencia a la moderación, con reivindicación de la alegría y el rechazo a la insolencia.
Emprendimiento de ese notable alcance tiene similitud con la “Cartilla Moral” del humanista mexicano-universal Alfonso Reyes, de 1944, pequeño manual en catorce lecciones, para contribuir en la formación de niños y adultos, con lenguaje sencillo, a la manera de una guía laica para dar cimiento a cualidades como el respeto en los distintos niveles, con apego a la busca de la verdad, al sentimiento de la dignidad propia, al aprecio del bien, a la vigilancia de la propia conciencia y a la convivencia, y aprender con la cultura a distinguir entre lo principal, lo secundario y lo inútil. Entre nosotros está la valiosa contribución de Antanas Mockus con su proyecto de amplio desarrollo de la “Cultura Ciudadana”, con similares propósitos.
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