Aire, agua, fuego y tierra, son los elementos que desde los griegos han involucrado a la población viviente. Y el éter, con esa condición difusa en un pensar más allá del terreno habitado. Desde siempre el agua se estima como lo más imprescindible. Por los cambios climáticos, esos recursos vitales suelen variar por épocas y regiones. Lugares de intensas sequías y otros de lluvias torrenciales, arrasadoras, o en los mismos con oscilaciones de esa naturaleza. El medio es despiadado en ocasiones, pero también con oportunidades para el disfrute y el gozo en las comunidades. Nada es una sucesión de dicha.
En el caso de Manizales, nuestra ciudad ha tenido moderada protección de la hoya hidrográfica que nos suministra el agua para la diversidad de consumos, aun cuando no puede desconocerse el alto grado de contaminación que aportamos a ríos y quebradas, por la industria y los hogares, los desechos, la incontrolada fumigación química en cultivos, los plásticos, etc. Y la cruel deforestación que favorece deslizamientos y avalanchas. Nos falta, incluso, conciencia para recuperar y proteger las microcuencas urbanas.
Importante hacer historia, de cómo unos dirigentes honrados con sentido de futuro tuvieron la iniciativa de contratar, en 1950, un estudio con el científico Enrique Pérez-Arbeláez (1896-1972; botánico, académico, PhD en Alemania, de amplia obra) para examinar las condiciones de origen y distribución de las aguas aprovechables para el consumo humano. Reconoce tres personalidades como líderes que impulsaron ese estudio, contratado por las “Empresas Municipales de Manizales”: Gabriel Jaramillo-Arango, Pedro Uribe-Mejía y Fernando Londoño y Londoño. De recordar y exaltar su memoria.
El trabajo de Pérez-Arbeláez se llevó a cabo con minucia, en investigación de campo, indagación documental y con producción de memoria escrita, publicada mucho después en conjunto con otro estudio de marco mayor, por iniciativa de otro caldense, Antonio Álvarez-Restrepo, en el Ministerio de Educación. Sus títulos: “La hoya de captación del acueducto de Manizales – Su conservación y renovación” (1950), y “Futuro de un gran presente – Conservación y renovación de los recursos naturales del departamento de Caldas” (1954). Ambos recogidos en “Publicaciones Cespedesia – Manual No. 1”, Editor: Víctor-Manuel Patiño (Cali, 1979).
Estudia el crecimiento de la población en la ciudad, con proyección a partir de serie histórica 1928-1950, de 81.091 habitantes al comienzo de ese rango hasta 130.753 en el 50. De esa manera obtiene previsiones de 185.323 habitantes para 1960, 251.104 para 1970 y 340.244 para 1980. Con estos referentes se plantea las necesidades y condiciones para conseguir abastecimiento de agua suficiente para la población de ese año horizonte de la proyección.
Investigó toda el área de influencia de las corrientes provisorias, en las características de altitud, suelos, rocas, pendientes, pluviosidad, características de la vegetación y presencia de la deforestación, e hizo recomendaciones apropiadas para repoblar las zonas con especies vegetales, que a su vez fomenten la fauna propia del lugar y le den abrigo y alimento. Indaga la cartografía de la época y encuentra fallas protuberantes, lo que le lleva a recordar un criterio de ley latina: “La consecuencia de un raciocinio no es mejor que la peor de las premisas”.
Relacionó las corrientes aportantes al acueducto de la ciudad que en conjunto pertenecen a la cuenca del río Chinchiná. Las fuentes del mayor interés que enunció fueron: río Blanco, río Olivares, quebradas Manizales, Las Ánimas, del Gus, Barcelona, La Generosa, La Martinica, Las Dantas, etc. Establece, con distinciones, los tributarios del Guacaica, del Olivares y del Chinchiná, en función de la configuración orográfica.
Encontró una fuerte deforestación, con devastación de la cubierta vegetal, entre alturas de 2.500 y 3.500 msnm, con identificación de especies características en ese rango altitudinal: aliso, carbonero, cerezo, chagualo, encenillos, arrayán, roble, nogal, sauco, dulumoco, sietecueros, arboloco, drago, zarzamora, chusque, helechos, etc. Aconsejó reforestar también con la finalidad de recuperar cubierta vegetal y mejorar la existente, con descarte de plantío de bosques homogéneos, más bien con variedades distintas, en alineamientos alternos. Llamó la atención por las desventajas del “eucaliptus globulus”, por sus efectos esterilizantes de los suelos, y recomendó pinos candelabros, ciprés, pinos hoyuelo y romerón, araucaria, cerezo criollo, encenillo, caña brava, nogales, duraznos,...
Asimismo, Pérez-Arbeláez se ocupó de dar instrucciones sobre el cuidado de los suelos, la preservación de laderas y el control de las aguas en su descendimiento, a pendientes moderadas para que “el agua no dañe al agua”, en su expresión. Tuvo de igual modo la saludable osadía de proponer la configuración de parque natural sostenible, con senderos apropiados y fauna de caza controlada (venados, conejos, armadillos, zorras,… hasta sugirió adaptar parejas de carneros africanos), y la siembra de trucha y cangrejos de agua dulce en ríos y quebradas, con buen manejo de la hoya de captación. Con sabiduría dice: “Solo la naturaleza tiene belleza suficiente para todos, solo en su seno no hay discriminaciones”.
Mucha agua ha corrido, desde entonces, bajo los puentes. Sin duda alguna las lecciones en algo se han aprendido y hoy se dispone de cierta preservación de las cuencas alimentadoras del acueducto, con previsión del largo plazo. Pero no faltarán los riesgos, que habrá que cubrir.
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