Hace dos días, justo cuando empezaba a participar en el Foro Mundial de la Bicicleta, en Ciudad de México, y justo cuando me alistaba para venir a conversar con ustedes acá, en el MUCA-Roma de la UNAM, empezó una tragedia en Colombia, en Manizales, mi ciudad.
En un solo día de lluvia, en Manizales cayó toda el agua que debía caer en un mes. Por consiguiente, al haber sido fundada en una montaña de la cordillera andina, al crecer y desarrollarse como creyendo que no estaba en esa montaña, la ciudad se derrumbó por muchos de sus bordes. Los deslizamientos de tierra afectaron una decena de barrios. La cifra oficial: 17 muertos, 31 heridos, 500 familias afectadas, 6 albergues y 6.000 viviendas más en riesgo.
Para los manizaleños y manizaleñas es una tragedia ya conocida, de toda la vida. Cuando más creemos que la hemos dejado a un lado, que no volverá a ocurrir porque ahora sí nos inventamos la última forma de mitigar, de controlar, de contener, de ser sostenibles, siempre encuentra la forma de asaltarnos de nuevo.
Exageramos en esa vanidad de creer controlar el agua y la tierra. Esa fantasía que cree que la naturaleza está allá, indomable e irracional, y nosotros acá, logrando contenerla para poder explotar, producir, hacer más espacio para nuestros autos, levantar viviendas para ricos y pobres en cualquier lugar, y hacer cuadrículas urbanas, puentes y túneles a la menor oportunidad, justo como las grandes ciudades que poco tienen que ver con las montañas y la humedad del trópico.
Estos días en México he estado hablando sobre ciudades bajo la suposición de quedarme sin la ciudad de la cual hablar. Claro, la suposición exagera, por suerte, pero sirve para preguntarse absurdos como ¿cuáles el lugar de la bicicleta o del peatón cuando ya no quede ciudad? Sirve para no perder de vista las primeras preguntas, que no son sobre cómo nos movemos en la ciudad sino sobre cómo nos paramos en la tierra.
Ahora bien, la solidaridad ha sido mucha en Manizales. Nos hemos llenado de orgullo al ver que somos una “sociedad civil que se organiza”, como diría Carlos Monsiváis después de intentar reconstruir la Ciudad de México tras el terremoto de 1985. Una sociedad civil que distribuye confianza, cooperación y co-gobernanza. Ojalá también lo fuéramos antes de la tragedia.
Justamente esta mañana una de mis estudiantes publicó una foto. En ella se ve un grupo de personas llevando libros a los albergues para leer con las familias afectadas. Imaginé que para estas familias y para los voluntarios, especialmente para los niños y jóvenes, no era ninguna solución definitiva, pero sí debía ser una oportunidad para empezar a reconstruirse a través de la utopía de los cuentos y las ficciones. Que cuando venga la reconstrucción de sus hogares, los encuentre con otra forma de pensar la ciudad en general.
Había preparado una presentación en la que decía que acudir a las ciudades de los libros es un deber. Pero ahora, cuando mi ciudad se juega la vida, creo que las ciudades de los libros, en especial los de ficción, no son el deber sino la salida. Una salida hacia la creatividad que nos hará pensar distinto. Los hacedores de libros comparten ciudades que interpretan o que se inventan, ylos lectores las terminan de construir en sus lecturas y conclusiones. Así que una ciudad se escribe y se lee hasta que empuja la ciudad real más allá de sus límites.
En Manizales algunos términos de planeación y urbanismo están urgidos de creatividad. Porque la “densificación” está poniendo más presión sobre la montaña; las“centralidades urbanas” comprometen las márgenes de los bosques y ríos que debemos cuidar; los “corredores peatonales” no son planos, requieren puentes para cruzar barrancas y escaleras para subir las laderas; las vías para la bicicleta no tienen vida sin aliados que nos lleven a las cimas; el “desarrollo sostenible” tiene que ser para la calidad del aire que respiramos pero también para la calidad de la tierra en la que construimos.
En Manizales nunca antes había sido tan necesario reinventarnos las palabras que edificarán otra ciudad. Nunca antes habían sido tan oportunos los libros que hoy están compartiendo los voluntarios y los afectados. Seguro están llenos de ciudades nuevas.
Intervención en la feria de editoriales independientes de la Fiesta del Libro y la Rosa 2017. Presentación: ¿Por qué es importante leer y hablar de ciudad? Ciudad de México, 21 de abril de 2017.
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