Podemos contar la historia de dos ciudades que quedan en las laderas opuestas de una montaña, o podemos contar la historia de dos ciudades que quedan en las laderas de la misma montaña. No es lo mismo. Los narradores más viejos nos enseñaron que la forma que le damos a un relato puede llegar a cambiar la realidad.
Nunca antes había sido tan urgente transformar la manera en la que contamos la historia del Aeropuerto del Café (Aerocafé). La creación de la Región Administrativa de Planeación (RAP) –que ahora permite a Risaralda, Quindío y Caldas planear de manera conjunta–, las realidades socioeconómicas más optimistas de los tres departamentos, los nuevos estudios sobre el proyecto, y el cambio generacional en nuestros sectores productivos, sociales y políticos, han formado un contexto que nos está llamando a cambiar un relato por otro.
Nunca antes había sido tan urgente tener un relato sobre Aerocafé de menos competitividad y de más prosperidad, y un relato de menos rencor y de más justicia.
Hace unos días, Yamid Amat entrevistó a los gobernadores de Risaralda, Quindío y Caldas, a propósito de la aprobación de la RAP en el Congreso. Entre las menciones a varios proyectos regionales, se habló de Aerocafé. Sin embargo, al final, para interactuar con la audiencia, se dejó una encuesta con la siguiente pregunta: “¿Usted es partidario de que se cree un gran aeropuerto en Pereira para la zona cafetera o de que Manizales también tenga su aeropuerto para competir con Pereira?” Una pregunta tendenciosa, que ya de entrada reproduce una forma de contar la historia: un aeropuerto en Pereira que integra y un Aerocafé que divide, que pone en competencia, que quita de un lado de la montaña para poner al otro.
La pregunta de Yamid nos puede llevar a preguntarnos dos cosas: ¿Qué tan fácil es transformar esta forma de contar Aerocafé? ¿Cuánta responsabilidad hemos tenido en que se siga reproduciendo este relato de competencia y no integración?
Sobre lo primero podemos ir demostrando que no es cierto que el aeropuerto en Palestina pretenda debilitar a Pereira. Es fácil cambiar el relato. Ya el estudio socioeconómico que acaba de presentar Aerocafé prueba que se trata de un complemento, una nueva alternativa que podría convivir con los otros aeropuertos y que le dejaría a Manizales y a Pereira, a menos de una hora, dos aeropuertos con características diferentes. Una apuesta urgente ahora que la Aeronáutica Civil ha advertido que el número de viajeros por vía aérea será más del doble para 2030.
Sobre la segunda pregunta, queda hacer una revisión sobre el relato que replicamos cada que defendemos el proyecto. En últimas, la pregunta de Yamid, así sea tendenciosa, parte de reproducir una idea que le encanta a cierto periodismo y que debemos empezar a matizar en la región, la idea de enfrentamiento, de competencia, de que el bien de Manizales es el mal de Pereira, o viceversa. Esta noción de competitividad es muy buena para revisarnos como departamento, para exigirnos en indicadores y calidad de vida, sin embargo es bueno complementarla con otras miradas. No solo para evaluar temas que aún la economía no alcanza, sino también para salirle al paso, en momentos necesarios como este, a ese antagonismo que está a la base de toda visión de competencia. Aerocafé podría tener más valor en un discurso de prosperidad regional, de una calidad de vida todavía más colectiva. Debe contarse como otra oportunidad para que la infraestructura tenga sentido de región. Pienso en la Calle del Comercio de Riosucio, que dio nacimiento a un solo pueblo entre dos plazas que se veían ajenas y en competencia; pienso en el Puente de las Cadenas en Budapest, que dio surgimiento a toda una cultura después de unir dos pueblos en orillas distintas del mismo río.
Finalmente, nunca antes había sido tan urgente un relato de menos rencor y de más justicia. En pocas palabras, sobre los errores y la posible corrupción que hubo en Aerocafé, se trata de darle más fuerza a las denuncias ciudadanas que buscan la verdad de lo ocurrido, los responsables, y todas las recomendaciones necesarias para no repetir los errores y para prevenir los delitos. Sin duda nuestro relato debe demandar justicia. Pero se trata también de tener postura crítica con los discursos que se aprovechan de la tragedia, que mantienen vivo lo perdido no por reclamar justicia, sino por hacer política, por construir chivos expiatorios, por mantener vivos los dolores y rencores que, sin verdad, paralizan.
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