“En Caldas ‘empieza a amanecer’”: así nos lo notificaba este diario el 25 de noviembre de 1966. En letras grandes, en portada, incluso encima del emblema característico de La Patria. Dos días antes, el 23 de noviembre de 1966, el Congreso había aprobado la creación del departamento de Risaralda y con ello el definitivo fraccionamiento de Caldas.
Así nos notificaba, a mi generación a la de mis padres, que tendríamos que acostumbrarnos a vivir en un territorio fracturado, divididos ya no solo como un decir sino también como un vivir, y que tendríamos que verlo como un amanecer deseado, por celebrar. Qué equivocados estuvieron nuestros abuelos. Todo este tiempo perdimos el chance de hacernos más grandes por seguir el juego de rencillas entre hermanos y vecinos. “Eje Cafetero ya tiene RAP”: así nos contó este diario, el pasado 30 de mayo. El Congreso aprobó la Región Administrativa de Planeación (RAP) para los departamentos de Risaralda, Quindío y Caldas. Un modelo de asociación territorial que permitirá volver a pensar en conjunto y reparar la historia. El primer paso de un sueño de una generación que, más allá de chistes regionalistas y descripciones estigmatizantes sobre lo que era ser caldense o ser risaraldense, nunca entendimos el sentido de 1966. Es una oportunidad para volver a decir que “En Caldas empieza a amanecer”, pero ya no por disociación con los otros sino por la segunda oportunidad de permanecer unidos como hermanos.
Hoy Risaralda, Quindío y Caldas representan cifras de calidad de vida muy positivas, los cuales ayudan a vernos distinto sin permanecemos juntos. Por otra parte, a los tres les quedan retos en empleo, medio ambiente, cultura, seguridad vial, educación básica, entre otros, desafíos que ayudan a reconocer lo que dejamos de hacer unidos en el pasado y lo que debemos construir en equipo a futuro. Hoy está la oportunidad de ejecutar presupuestos conjuntos y de soñar incluso con un plan de desarrollo y de ordenamiento para toda la región. A la ciudadanía, los gremios y las organizaciones sociales nos queda la tarea de defender este intento de rehacernos como región. Pues las amenazas de desunión no pararán. Pienso en tres amenazas. La primera. Todavía vive el fantasma del Frente Nacional que en ese entonces dividió a Caldas y Risaralda por mantener circuitos electorales. Casi que dejaron los municipios conservadores de un lado y a los liberales del otro. El Quinchía liberal metido a la fuerza en Risaralda y el Viterbo conservador absorbido en Caldas, por ejemplo. Dos mapas llenos de mordiscos. Este fantasma antepone el lugar de poder de los partidos políticos por encima de cualquier otro interés ciudadano. Una amenaza que cuida sus votos y sus maquinarias, y que hoy se hace más grave al incursionar nuevos políticos con viejas ambiciones. La segunda. La amenaza de una competencia que se anteponga sobre los proyectos y los valores comunes. En ese entonces nos dividió los intereses comerciales, industriales y cafeteros de lado y lado, que se tradujeron en desagravios políticos.
Alguno creyó que podría mandar, y que podría volverse el padre de una relación que debía mantenerse entre hermanos. No se puede repetir lo que el pereirano Gonzalo Vallejo Restrepo, miembro de la entonces Junta Pro-Creación de Risaralda, escribió sobre la unidad entre Caldas y Risaralda: “La fueron deteriorando quienes utilizaron los recursos del presupuesto del Departamento en forma inequitativa; quienes no construyeron oportunamente algunas obras públicas que las provincias necesitaban con urgencia y le dieron prelación a otras menos importantes, y en algunos casos suntuarias”.
La tercera. La desidia que invita a no moverse, a no preocuparse, a no reclamar cuando la unidad está a punto de romperse. El 22 de julio de 1966, Santiago Gómez Branch escribió en La Patria para intentar explicar los culpables de la segregación: “los ‘inconformes’, que saborean desde ahora la victoria de la desintegración; la plaga de los ‘politiqueros, despreciable desde todo punto de vista”; y la más importante, “la plaga de los ‘indiferentes’, que no opinan para estar después al lado del sol que más caliente…”. Esta amenaza es la de no movernos cuando vemos que el proyecto conjunto está bajo amenaza. Es la de sacarle provecho, por igual, a lo que sea que pase. Ante estas amenazas queda la necesidad de una ciudadanía decidida a acompañar al sector público y al privado de los tres departamentos. Al final, una ciudadanía que construya un relato en el que 1966 sea el ocaso y 2018 sea el amanecer.
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