Hemos observado que la empresa privada siempre se encuentra ante el desafío de ser cómplice o antagonista de la corrupción. Hemos dicho que su lugar debe ser siempre el de la lucha, el de aliada irrestricta de la ciudadanía. Aunque hoy algunas empresas y gremios demuestran un compromiso sólido para luchar con la corrupción, se trata de un desafío que no admite confiarse y que debe ser renovado día a día.
Así como el liberalismo ha visto la empresa privada como un pilar de la economía para la provisión de empleos, bienes y servicios, también la democracia la debería ver como una socia en la pelea por una forma política donde se controle al mal gobierno y no se confabule con él. ¿Cómo hacerlo?
Para un primer paso, reconocer la corrupción. De un lado, dejar de normalizar lo ilegal; implica advertir que sí era cierto lo que sospechábamos, que lo que sabíamos sí era como lo sabíamos, y que lo que no tenía buena cara al principio tampoco la tuvo al final; implica reconocer las irregularidades con las que la corrupción puede aparecer en nuestro negocio particular, pues no en todos lados se presenta de la misma forma. De otro lado, implica que nos actualicemos, que nos informemos sobre las nuevas modalidades de corrupción en la que los gobernantes, los partidos y algunos empresarios cómplices intentan tentar a nuestra empresa para compartir el botín; la corrupción, sobre todo en su cara privada, suele ser altamente innovadora.
Para un segundo paso, hablar la corrupción con los pares. Significa buscar con quién conversar: con empresas del mismo sector, en espacios gremiales, en foros académicos, con organizaciones nacionales e internacionales. Compartir las situaciones indeseadas pero además compartir las buenas prácticas. Hacer colectivas las preguntas y las preocupaciones. Toda lucha contra la corrupción necesita que haya una conversación al interior de cada sector para que se identifiquen los riesgos y las historias ya sucedidas. Según el estudio “Sobre la corrupción en Colombia: marco conceptual, diagnóstico y propuesta de política”, de Fedesarrollo y Dejusticia, una de las debilidades en la lucha contra la corrupción es la ausencia de enfoques diferenciados por sector, tanto en sectores del Estado como de la economía. La organización Transparencia por Colombia viene promoviendo diálogos y mesas entre las principales empresas del país.
Para un tercer paso, preparar nuestra empresa. La responsabilidad social empresarial debe avanzar hasta abarcar una ética en los negocios. Esa ética debe ser concreta, en empleados especializados, en procesos que se blinden, en controles internos que se fortalezcan para que la corrupción no se entre por la puerta de adelante ni por la de atrás. Así como los empresarios son buenos para revisar y exponer las externalidades positivas de sus negocios en la economía, deben ser buenos para revisar y exponer los beneficios que su ética de los negocios le trae a la democracia. Sobre este tema viene trabajando Ethos, un grupo de investigación en Ética Empresarial y Empresariado Social de la Universidad Nacional en Manizales. Han venido reflexionando y analizando estrategias que deberían estar llegando a las empresas de Manizales y de la región, como la implementación de Ley 1778 de 2016, contra la corrupción trasnacional, sin embargo parece que esas ideas todavía no fluyen de la universidad a los mercados como quisiéramos.
Para un cuarto paso, trabajar con la ciudadanía. Parte del supuesto de que no existe ética de los negocios sin una pretensión de impacto en lo público. Entender que así como el Estado es un aliado para la productividad público-privada, en el espacio público son los ciudadanos y las organizaciones sociales los principales aliados para el control democrático al Estado. Se trata de cultivar esa presencia empresarial en lo ciudadano. Trabajar en conjunto, promover informes y encuestas ciudadanas sobre corrupción, educar a los ciudadanos en el control social de los distintos sectores económicos, promover la creación de organizaciones de veeduría o de investigación sobre los temas en mayor riesgo. Se trata de tomar la idea que llevó a la Corporación Cívica de Caldas, que se ha mantenido vigente desde 1982, y profundizarla, robustecerla, replicarla, buscar nuevas agendas.
Para un quinto paso, revisar la relación con la política. Transparencia cuando se financian campañas, sistemas estrictos de conflictos de interés cuando se comparten espacios de decisión con el poder público (juntas directivas de entidades públicas, alianzas público-privadas), protocolos de lobby transparentes y ajustados a la ley.
Para un sexto paso, romper el silencio. Denunciar siempre es más económico a largo plazo.
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