El puente vehicular sobre la glorieta de Universidad Autónoma lo entregaron hace unos días. El contrato de obra inicial decía que costaría $7.428 millones y tendría un plazo de construcción de 7 meses (de mayo a diciembre de 2018). Sin embargo, como en su momento lo informó La Patria, después de 3 modificaciones terminó costando $1.302 millones más, un 18% adicional del valor, y fue entregado con 4 meses de demora, 57% más del tiempo pactado.
En febrero ya habían entregado otro puente, el intercambiador vial de La Carola. El contrato inicial decía que la obra costaría $24.745 milllones y tendría un plazo de construcción de 15 meses.
Vinieron modificaciones que llevaron a que el intercambiador, solo en su primera fase, costará $6.410 millones más, un 26% adicional en el valor, y fuera terminado con 5 meses de demora, una tercera parte más del tiempo pactado al principio.
Aún así, esta es una ciudad que suele aplaudir debajo o encima de los puentes nuevos. Hay una celebración que siempre aparece cuando, por fin, se le dan formas al concreto. A veces supongo que se trata de un reflejo de esta historia, parte pionera, parte arriera, en la que abrir caminos y construir vías entre peñascos y carencias se asume como ingenio, superación y progreso. Pero a veces también imagino que esta historia nos ha llevado a pensar que abrir camino es un fin y no un medio, o que abrir camino es una meta ciega en la que poco importa el costo o la pérdida. ¿Con esas demoras y sobrecostos, la obra de la Autónoma o la obra de La Carola nos trajeron costos y pérdidas? Podemos ponernos de acuerdo en que entregar una obra pública que se inicia es lo deseable.
También es posible acordar en que toda obra tiene imprevistos que implican cambios en los planes de construcción. No obstante, cuando algunos de esos llamados imprevistos se repiten y se repiten, ya empiezan a parecer errores inadmisibles en la planeación y en los estudios de las obras, es decir, una mala inversión.
Tanto en el caso de la Autónoma como en el de La Carola, para pedir más recursos o más tiempo se usaron, en algunos casos, motivos similares. De un lado, en las dos obras se detectaron problemas en los diseños o en la presupuestación de los pozos de cimentación, también en el manejo de suelos y laderas. De otro lado, en ambas obras se atravesó alguna tubería de acueducto no detectada o mal referenciada, que implicó sobrecostos y demora, bien por rediseños o bien por el retiro o desplazamiento del tubo.
En ambos casos se debería revisar la idoneidad de los estudios o diseños previos que estamos levantando para las obras públicas. Primero, no parecen bien diagnosticadas desde el principio las características y los requerimientos de los suelos. Segundo, se percibe que no se está teniendo en cuenta el inventario de tubos de la ciudad, o que este inventario parece desactualizado o con datos equivocados. En ambas situaciones, podríamos estar no ante imprevistos sino ante situaciones evitables que con buena gestión de gobierno en los estudios previos nos habrían evitado la demora y los sobrecostos, al menos en parte. Falta ver qué dicen los expertos y las entidades de control.
Si los puentes mejoran o no la calidad de vida, serviría para otro debate. Algunos creen que la rapidez y el uso cómodo del carro particular y la moto son mejor vida. Otros piensan que los puentes son solo apuestas de corto y mediano plazo, hasta que el número de carros y motos lo permita, hasta que los conductores terminen atascados encima del mismo puente. Por ahora, lo que sí parece claro es que los políticos en Manizales y Caldas ya le cogieron el tiro a los puentes. Los políticos han aprendido a moldear el cemento hasta que tenga forma de aplausos, favorabilidad y elecciones aseguradas. Saben que las mayorías de la ciudad se entusiasman con la sola entrega del puente, como si fuera un regalo, sin preguntar el costo. En lo posible, el gobierno se encarga de que la obra parezca un favor o un obsequio del gobernante, del político, del partido, y disimula al no mostrar que fue hecha con el dinero de todos. Si la ciudad que aplaude los puentes recordara que son sus impuestos los que fueron invertidos, antes de celebrar harían los interrogantes precisos, pedirían cuentas de la inversión, preguntarían qué hay debajo de los puentes.
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