1 y 2 de enero: En el reinicio del mundo, que es el mismo final, el tiempo implosiona, el pasado y el futuro se hacen uno solo. Se dicen al tiempo los remordimientos y los vaticinios. En el mismo instante se pasa de las frustraciones a las promesas. Entonces, como repasamos con “Dark”, la serie alemana de Netflix, pasado y presente afectan el futuro, y futuro y presente transforman el pasado: justo como ese abrazo con secretos entre abuelas y nietas, en esa medianoche, en el exacto reinicio del mundo.
3 de enero: Repetimos el mismo poder. La mayoría de gobernantes siguen borroneando los límites, conservan el poder con el truco de confundir el bien con el mal, moldean normas, instituciones y presupuestos a la talla de su ambición. Muchos ciudadanos le ponen precio a su voto y hasta hipotecan sus empleos y sus sueldos y su dignidad. “País en crisis” es una redundancia, escribió Ricardo Silva en septiembre. Y “redundancia” es una corrupción que se muerde la cola.
4 de enero: Se suele creer que la primavera es solo la posibilidad de volver  a buscar lo deseado, pero también es dejarse encontrar por lo que nos está buscando: quitarnos la vanidad de dar, alcanzar la humildad de recibir. La editorial Destiempo publicó hace un tiempo los “34 cuentos y un gatopájaro” de Evelio Rosero. El cuento ‘El Encontrador’ dice “… no estoy satisfecho conmigo ni con mis encuentros, quisiera encontrarme, sé que estoy perdido, en cualquier esquina de este mundo –y del otro– me estoy buscando –yo mismo, hoy mismo–, y soy, sin embargo, El Encontrador”.
5 y 6 de enero: De nuevo el debate del mal menor cada que decidimos el curso del país. De nuevo el debate entre dogmáticos y pragmáticos, de si nuestra idea del mejor país es única, indivisible, infalible –porque es la milagrosa–, o si por el contrario esa idea puede reinventarse junto a los diferentes y gobernar en diversidad. De nuevo votar en la mitad de un Mundial, con el raciocinio y la ponderación de tener puesta la camiseta de Colombia. “Si vencemos, el narcisismo nacional se hipertrofia; si perdemos, somos irremediablemente los peores. Lo que nos lleva de un extremo al otro son noventa minutos de un partido de fútbol, o mejor dicho, de una guerra simulada”, escribieron hace rato los antropólogos brasileros Ruben Oliven y Arlei Damo. Así elegimos.
7 y 8 de enero: Viajar será la oportunidad de ver lo exótico y de decir lo nuevo. Viajar será la oportunidad de mostrar que estamos viajando y la posibilidad de burlar el afán con la sensación de estar viviendo. Viajar, siempre a riesgo de creer comprender lo que solo tiene nombre en el idioma original, siempre a riesgo de que la misma soledad de casa nos encuentre en cualquier tumulto de plaza extranjera, siempre a riesgo de hacer turismo pero negarlo. “Pocas actividades tienen mejor prensa, en estos días, que los viajes o, mejor dicho: el viaje”, escribió Martín Caparrós en marzo de 2017, “El viaje forma caracteres, abre mentes, entretiene y educa, conecta a los pueblos; pronto curará el cáncer y el resfrío. El viaje parece panacea…”
9 y 10 de enero: El amor aparecerá, porque nunca se va, porque es lo primero que se repite al menor reinicio. Ese amor violento y eterno, porque ponemos una persona por encima del resto del universo, porque se dice para siempre: “Resucitarán los muertos y volverán a morir / Y allí donde tú estés: / Polvo, luna, nada, te he de encontrar”, escribió hace rato María Mercedes Carranza. También ese amor con el poder de terminar, porque es el primer desafío del dejar partir: “Y tuve que decirle que no / Tal vez en otro momento / Y tuve que decirle que yo / ya no era el mismo de ayer / Y tuve que decirle que no / Dar vuelta es retroceder”, cantó Café Tacuba en 2017.
11 y 12 de enero: Resumir, revisar, evaluar lo que fue. Ponemos en palabras lo vivido, con una fe dudosa: que somos lo que decimos que fuimos. Preparar el nuevo final del mundo, que es morir otra vez, que es nacer otra vez. “Aprender a sentir como el mar, / sus olas vienen y van / Y morir cada vez como el sol / que apaga y enciende el color”, cantan Alejo García y Duneshka.