La mayoría de los colombianos no le tienen miedo a la cárcel. Aman a los narcotraficantes como Pablo Escobar o como el recientemente asesinado, alias Inglaterra y sueñan llegar a ser como ellos. A pesar de los malos tratos, de los problemas y dificultades que existen con el sistema carcelario, a las personas solo les interesa la fama, el poder y la riqueza, sin medir las consecuencias de sus actos, tanto si van a parar a la cárcel o finalmente terminan asesinados.
El manejo de las cárceles le quedó grande al gobierno. Un sector de la comunidad pretende que todas las personas que cometen un delito vayan a parar a las cárceles. Inclusive hay muchos políticos que en su afán populista y para llamar la atención ante un delito muy grave y que haya tenido un gran despliegue mediático, proponen como solución sanciones severas e inclusive que se establezcan cadenas perpetuas.
Lo delicado no es el afán de que todos los que cometan delitos terminen en la cárcel, lo complicado es que nuestras cárceles se han convertido en una escuela del crimen. Las cárceles son denigrantes, crueles y para nada contribuyen en la resocialización de las personas. El hacinamiento es aproximadamente del 50%. Las personas privadas de la libertad en su sitio de reclusión no disponen de lugares dignos donde dormir, comer y los baños son inapropiados. Tampoco se tienen sitios adecuados para ejercer actividades de recreación, de formación y de resocialización y mucho menos de espacios apropiados para tener visitas conyugales e íntimas.
Se estima que solo el 30% de los presos hacen actividades laborales o estudian, los demás desprogramados, se dedican todo el día a compartir experiencias y a planear los delitos que van a cometer cuando salgan de la cárcel o inclusive dentro de ellas.
Además de los problemas de hacinamiento se tienen dificultades con los guardas. Son escasos para atender tanto preso, no desempeñan eficientemente sus funciones y tienen muchas denuncias de corrupción. La mala prestación de las funciones por parte de los guardas y de sus directivos, permite que se dé el consumo de sustancias alucinógenas y tratamientos especiales a determinados presos como comida exclusiva y celdas lujosas e inclusive que se llegan a presentar fiestas con músicos y trago incluido.
En algunas cárceles del país el control de los guardas prácticamente no existe. Éstos solo pueden entrar hasta ciertos puntos de las penitenciarias. El manejo y control de los patios lo hacen los mismos presos. La normatividad no permite que los detenidos dispongan de celulares, para esto se han establecido en las cárceles bloqueadores de la señal; sin embargo, esto no ha sido impedimento para que desde algunas cárceles los presos puedan hacer llamadas telefónicas, inclusive para extorsionar a la comunidad.
Con el hacinamiento, la violación de derechos y crueldad en las cárceles, resulta bastante difícil hablar de una resocialización o rehabilitación de los reclusos. En nuestro país la tasa de reincidencia es de aproximadamente del 80%. Una muestra más de que nuestro sistema carcelario fracasó. El gobierno nacional no fue capaz de manejar y controlar las cárceles y las acciones delictivas siguen creciendo y la comunidad se ve indefensa. Estamos en mora de establecer un sistema mediante el cual las personas que cometan un delito paguen su sanción, reciban un escarmiento y a la vez una formación para que no vuelvan a infringir la ley.
Para bajar el hacinamiento de las cárceles y para controlar que los presos no salgan a la calle, el gobierno ha estado procurando para las detenciones domiciliarias -mediante las cuales los condenados purgen sus penas en sus casas- que se les instalen a los presos unas pulseras electrónicas. Opción que está fracasando porque ya está comprobado que éstos están saliendo a las calles a delinquir sin ningún problema.
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Es muy poco lo que hemos avanzado en el control y eliminación del manejo de la pólvora por parte de las familias para la celebración de la Navidad y fin de año. Si bien se disminuyeron los lesionados a nivel nacional, su manejo sigue siendo muy alto. Falta ejercer un mayor control por parte de las autoridades y sobre todo una mayor consciencia por parte de la comunidad en no usarla.
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