Pareciera que la línea que separa estas dos conductas es muy poco clara, por eso es importante definir qué es el acoso sexual; este puede definirse como la solicitud de favores sexuales, insinuaciones sexuales, contactos verbales o físicos de naturaleza sexual no deseados, que crean un ambiente hostil u ofensivo. Generalmente se da en situaciones donde existe una asimetría de poder o autoridad entre la víctima y su victimario, como un cargo de poder (jefe, profesor, sacerdote, militar, funcionario público), pero también se puede dar entre pares.
La línea que separa la seducción del acoso se aclara con el concepto de conducta no deseada; cuando los piropos, las insinuaciones y las caricias no son bien recibidos ya no estamos hablando de seducción. Eso es lo que la persona que está siendo víctima de acoso le tiene que dejar claro a su acosador, para que los límites se establezcan de manera rápida. El problema es que cuando la conducta es sutil, la víctima no le sabe dar la interpretación de una situación de acoso de manera rápida, por eso, a veces, el acosador cree que su conducta está siendo aceptada. Para la experta en el tema, Isabel Cristina Hernández Madrid, coordinadora de la Maestría y Especialización en Intervención en Relaciones Familiares de la Universidad de Caldas, la palabra clave es conducta “Abusiva”: cuando se genera temor, cuando se es reiterativo en las insinuaciones, cuando la persona no ha dado la autorización explícita para ir más allá y por miedo no pone límites, podemos decir que se está dando la conducta abusiva. En el acoso hay algún tipo de vinculación, una relación de confianza, una cercanía y cuando se transgreden los límites de una relación sana profesor-alumno, jefe/empleado, compañeros, etc., se está abusando del otro.
Por supuesto que en las situaciones de poder, donde la propuesta sexual se hace para coaccionar a la víctima a cambio de darle trabajo, un ascenso laboral, un aumento de sueldo, pasar una materia o algún otro “favor” académico, ya no hay duda de que esto es una conducta sexual abusiva. Allí es donde la víctima tiene que decidirse a hacer algo, aunque sea difícil y tenga miedo, la única manera de parar el acoso es actuando. La primera línea es enfrentar al acosador, expresarle claramente que sus insinuaciones, propuestas, etc., no son bien recibidas y si la situación persiste debe buscar el apoyo de los organismos o personas que tienen como función proteger.
En una situación de acoso o abuso sexual el victimario tiende a culpabilizar a la víctima para justificar sus acciones; “es que ella me miraba, es que se pone esa minifalda, es que me seducía…” pero estos actos no tienen justificación. Las secuelas del acoso sexual no son visibles, pero están ahí; la dignidad se vulnera, la paz mental y emocional se perturban y se pueden generar secuelas psicológicas. Las personas víctimas de acoso sexual no pueden cohonestar con estas situaciones, aunque cueste y dé miedo, es necesario poner límites a los acosadores, la sumisión y el silencio solamente perpetúan este tipo de conductas. Nosotros como sociedad debemos apoyar y proteger a las víctimas y mostrar abiertamente nuestro rechazo a estos hechos, que son más comunes de lo que creemos.
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