Quienes hayan leído a Don Miguel Ruiz no encontrarán este título totalmente ajeno. Yo me encontré hace muchos años con uno de sus libros; “Los Cuatro Acuerdos” y sus palabras, que antes interpreté de una manera personal, ahora tienen otra lectura mucho más amplia, especialmente porque en el país se ha vuelto cada vez más común atacar al otro usando las palabras como principales armas de esta agresión y a las redes sociales como vehículo para difundir estos ataques.
¿Por qué necesitamos ser impecables con nuestra palabra? Es difícil medir las consecuencias de una frase hiriente o difamatoria que lanzamos contra otra persona; en un mundo donde cada vez se necesitan menos excusas para la violencia, darle un título inadecuado a alguien es sembrar en otros la desconfianza y el odio hacia esa persona o sembrar en el que la recibe miedos o inseguridades que son muy difíciles de sobrellevar y superar.
En el ámbito personal esto se verifica de una manera mucho más palpable; cuántas vocaciones se frustraron por una mala crítica de un padre o adulto con credibilidad, que un niño aceptó sin discutir pues se lo decía alguien de su entera confianza. Cuántos matrimonios nacieron muertos porque uno de los esposos dijo algo hiriente tan pronto como se sintió con el derecho a juzgar y a criticar a esa persona con la que decidió compartir el resto de su vida…
Pecado, explica don Miguel Ruiz, es todo lo que sentimos o creemos, que va en contra de nosotros mismos, porque sin darnos cuenta permitimos que la mente se vuelva nuestro peor enemigo, no en vano Santa Teresa de Jesús la llamaba la loca de la casa. Pero ¿cuántos de esos pensamientos autodestructivos y llenos de culpa fueron sembrados por los adultos en los que debíamos confiar? El niño cree; hasta cierta edad no pone en duda lo que otros le dicen. Si le hablan del coco, la llorona, etc, etc, va a pensar que existe, si le dicen que si se maneja mal va a pasar un loco por la calle y se lo va a llevar no lo pondrá en duda y si al regañarlo se recalcan sus características negativas en vez de su comportamiento, va a pensar que él es así. Para Don Miguel las palabras son como hechizos que lanzamos sobre otros, así que debemos ser muy conscientes del contenido que llevan.
Y qué decir de la influencia que puede tener un líder negativo con sus palabras; no muy lejano en la historia está el caso de Adolfo Hitler, que con su discurso convenció a un pueblo de que tenía que exterminar a otro y demostrar su dominio como “raza superior”. Y no era un país de gente inculta. ¡Imagínense la magnitud del daño que podría hacer un líder sobre un pueblo más vulnerable y menos racional como el nuestro!
Tenemos que estar preparados para poner en práctica el discernimiento. Las próximas elecciones van a estar marcadas por la presencia de candidatos de todo tipo; mesiánicos, demagogos e incendiarios, ojalá en medio de ellos surja alguien que represente el justo medio. Un líder que sea impecable, no solo en la palabra sino en el actuar; que rescate valores fundamentales como la ética, la honradez y la tolerancia, que entienda que el que decide hacer carrera en la política es porque tiene vocación de servicio hacia su país y no afán de enriquecerse o traficar con el poder para obtener solo su beneficio o el de su círculo más próximo. Que prefiera un país acercándose a la paz y no enmarañado en la casi indestructible telaraña de la guerra. Quiero creer que ese líder existe, espero verlo surgir en las próximas elecciones presidenciales, quiero poder darle mi voto y no tener que arrepentirme después.
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