En diciembre del año pasado tuve la oportunidad de ver el documental La Negociación, que estuvo por muy poco tiempo en las salas de Cine Colombia, en medio de una gran controversia. Verlo me dejó un dolor en el corazón; reviví la expectativa y la tristeza que sentí con los resultados del plebiscito en el que no se ratificaron los acuerdos que con tanta dificultad y después de años de trabajo entre enemigos, como lo describe la misma documentalista, se pudieron redactar.
Colombia es un país olvidadizo, nos imbuimos en todo tipo de distracciones para no ver lo que nos pasa, por eso dicen que somos “tan alegres”, yo creo más bien que somos escapistas; evitamos enfrentar el dolor de nuestra realidad a punta de fútbol, reinas, ferias, trago y cosas más fuertes. Pero hay algunas personas, como Margarita Martínez, que han dedicado su vida a mostrar lo que no queremos ver. Esta mujer lleva años narrando la guerra, por eso, cuando vio la oportunidad de documentar el Proceso de Paz no lo dudó. Me gusta que haya sido una mujer la que cuente la historia de la negociación de los acuerdos entre el gobierno y las Farc, ya que nuestro papel en la historia de esta guerra y de esta paz parece menor, aunque yo no creo que lo sea. Las mujeres hemos puesto los hijos para la guerra, los cuerpos que han sido violados en esta guerra, los úteros que han obligado a abortar, por nombrar solo unas cuantas cosas, así que no creo que nuestro papel haya sido secundario, aunque sí parece que lo hubiera sido en el marco de la negociación.
El documental está bien narrado, se divide en capítulos y cada uno enmarca un momento en la historia del acuerdo; la negociación secreta, la fase donde se hicieron públicos los diálogos, el cuello de botella en el que se convirtió la discusión sobre la manera de hacer justicia después de la guerra, el encuentro con las víctimas, el plebiscito y por último un capítulo que la documentalista tituló “inconclusiones” para describir la incertidumbre en la que estamos con respecto a la implementación de los acuerdos y el logro de la tan anhelada paz; el vilo es aún mayor con lo sucedido hace poco en la Escuela General Santander por cuenta del Eln.
Otro de los aportes del documental es permitirnos ver un esbozo de personajes de la vida nacional que tal vez aparecen esporádicamente en un noticiero o en una nota de periódico. A mí me impactó el general Javier Flórez, quien después de 38 años luchando en esta guerra le apuesta con convicción a construir la paz. Ver los testimonios de los guerrilleros tratando de construir sus familias y un futuro para sus hijos lejos de la lucha, como le dicen ellos, también es bonito, como cuando le preguntan a una pareja de excombatientes qué quieren para el futuro del hijo que esperan y su respuesta es sencilla pero contundente: “Que tenga lo que nosotros no pudimos tener; paz y educación”. La verdad creo que estas dos palabras tienen que estar unidas siempre si queremos un mejor futuro para todos los colombianos.
Una de las figuras que exalta el documental es la de Humberto de La Calle, me atrevo a adivinar que si el documental hubiera sido estrenado antes de las elecciones presidenciales le hubiera ido mejor; este es un personaje que la historia se encargará de valorar, si es que este país de desmemoriados no lo entierra primero, como lo sepultó en las urnas. En cuanto a Juan Manuel Santos asumió con conciencia el costo político de sacar adelante el proceso de paz con las Farc. De Uribe no hay nada que decir, pues sus declaraciones hablan por él.
Si no vio La Negociación trate de hacerlo, este documental es una pieza clave en la memoria de nuestro país, acá en Manizales aún lo están proyectando en Cinespiral. Hace poco escuché una frase que me parece muy valiosa y se las comparto: “Mientras no podamos leer nuestra historia y reconocernos en ella, no habrá resolución del conflicto”, así que a pensar más el país, para no repetir los errores que han prolongado por tantos años esta guerra.
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