Acabamos de atravesar una dura prueba para nuestra ciudad, la emergencia invernal nos sorprendió, como otros años, dejando a su paso muerte y angustia. Sé que fuimos muchos los que sentimos dolor al ver a tantas personas desalojadas de sus hogares por el riesgo a ser víctimas de un nuevo deslizamiento y ni se diga de los que lo perdieron todo, incluyendo a sus seres queridos, pues sus casas fueron arrastradas o sepultadas por los deslizamientos. Pero hubo algo que se erigió por encima de la tragedia; la solidaridad, describirla es hacer la radiografía de un pueblo amable, con generosidad en su corazón y bondad en su alma y esto también me hace aguar los ojos, pero de alegría, pues todos los manizaleños fuimos testigos de este sentimiento que se apoderó de nuestra ciudad, que simplemente se volcó hacia los hermanos necesitados y aporreados por esta prueba que nos puso la naturaleza.
Todos ayudamos como pudimos, donando, apoyando en los albergues, ofreciendo transporte para los que lo necesitaran. Fueron muchos tipos de ayudas las que se ofrecieron; creo que no hubo un manizaleño que se quedara sin hacer algo. Pero hubo un grupo que quiero destacar en este artículo, pues pude ser testigo de sus acciones y me impactó de una manera muy especial; fue el grupo de estudiantes del colegio San Luis Gonzaga. El albergue surgió como una idea de uno de sus exalumnos, un muchacho muy joven también, que al ver uno de los sitios afectados por el problema entendió que la necesidad primordial era sacar a los damnificados de allí y darles un refugio seguro para pasar la noche. La movilización se inició casi al final de la tarde de la tragedia, pero apenas se enteró la familia Gonzaga de la decisión de convertir en refugio el coliseo del colegio, todos nos movilizamos a llevar las cosas que iban pidiendo a través de los chats. Y eran los muchachos los que recibían, controlaban y organizaban todo. Ellos le fueron dando cara a este maravilloso albergue, que se convirtió en ejemplo para nuestra ciudad y en un verdadero consuelo para las personas que estaban allí refugiadas, pasando estos primeros momentos de crisis, pero con la certeza de no estar solos si no acogidos por la familia Gonzaga y por toda la gente manizaleña.
Las jóvenes estudiantes sonreían mientras cuidaban a los niños más pequeños, otras se unían a sus compañeros en la labor de distribuir los alimentos cinco veces al día, otros se repartían las labores de aseo del coliseo, trabajando hombro a hombro con las personas de Emas. Otro grupo recibía y ordenaba las donaciones, algunos cuidaban a las mascotas, en fin, actividades no faltaban pero todas eran atendidas por este grupo de jóvenes, acompañados de sus mayores, porque también hubo participación de profesores, exalumnos, padres de familia y, por supuesto, del padre rector del colegio, con su presencia respetable y serena, encausando toda esta maquinaria que se montó sobre la marcha. Tuve la satisfacción de hablar con una señora damnificada y su hija de 12 años, que decían sentirse atendidas como en un hotel, pues a pesar de la precaria situación, hubo un componente que se notó en todo: la dignidad.
Dignidad en la organización, en la limpieza, en la eficiencia, en el trato a los damnificados, en la atención a las mascotas, que también tuvieron su espacio y su logística muy bien montada para acogerlas, en fin, en todo. A pesar de las largas jornadas que algunos estudiantes voluntarios se impusieron, en todos vi la alegría de servir, porque a veces el servicio se nos queda como algo abstracto, o peor aún, como una palabra reservada para las labores que consideramos de poco valor. Pero en ese coliseo, en ese albergue improvisado, esta palabra adquirió otra dimensión y reflejó su expresión más sublime: servir como una manera de actuar la bondad.
No me alcanza esta columna para describir todo lo que presencié, ni para nombrar a todas las personas que ayudaron, pero si les digo que me da mucha esperanza ver el semillero de jóvenes llenos de valores que se están formando para seguir haciendo de Manizales la mejor ciudad para vivir: gracias colegio San Luis Gonzaga.
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