Mucho se ha discutido últimamente sobre el programa Ser Pilo Paga (SPP). Muchos de sus detractores se han centrado en vendernos esta política como una disyuntiva de vida o muerte: SPP o universidad pública. Lo cierto es que los problemas de la universidad pública vienen desde antes de la creación del programa, y gracias a éste han salido a flote.
El presupuesto destinado a educación ha crecido constantemente durante los últimos años, incluso en periodos de importantes ajustes fiscales, superando al presupuesto de defensa. Así, el presupuesto de educación ha pasado de $27.382 mil millones en 2014 a $37.496 mil millones en 2018, un incremento del 36%. Luego la educación no se ha desfinanciado, y por el contrario ha sido de los sectores que más han crecido en presupuesto.
Colombia está en mora de hacer un debate sobre el manejo de las universidades públicas. Muchas se han convertido en empresas clientelistas donde los estudiantes deben elegir a sus directivos. Como lo advierte Salomón Kalmanovitz en una columna de El Espectador en 27.03.2016, los favores políticos en las elecciones de las universidades de Cartagena y del Tolima generan pérdidas por cuenta de la corrupción.
Muchos se quejan que el costo de SPP por estudiante es desbordado, pues el Estado invierte en promedio $17 millones por pilo al año. Sin embargo, un simple ejercicio puede demostrar que esto no es cierto. Por ejemplo, la Universidad Nacional tuvo un presupuesto de $1.717.966 millones, que, dividido entre 52 mil estudiantes arroja un valor de alrededor $33 millones por estudiante. Así mismo, la universidad de Antioquia tuvo un presupuesto de $1.055.922 millones, que dividido entre una población estudiantil de 40 mil personas da aproximadamente $26 millones por alumno. Ambos valores son superiores a los $15,4 millones que vale un semestre en la Universidad de los Andes. Pero, no todo este presupuesto lo gira el Estado, se estima que un estudiante en una universidad pública le cuesta al erario público $15,6 millones, un valor similar al de un pilo que además incluye dinero de manutención.
Los detractores de SPP ignoran los beneficios y la manera como el programa está transformando la sociedad colombiana. Primero, el acceso de estudiantes de sectores vulnerables a la universidad pasó de 28% a 60%, situación que igualó la probabilidad de ingresar a la educación superior de un bachiller de estrato 1 o 2 con respecto a jóvenes de estratos 5 y 6. Segundo, un pilo tiene una probabilidad de deserción del 9,2%, inferior a la de sus compañeros que es del 14,1%. Por último, SPP les ha dado esperanzas a jóvenes que no se hubiesen imaginado acceder a una universidad de alta calidad, esto se refleja en el aumento del desempeño promedio de los bachilleres en las pruebas Saber 11.
Si bien SPP tiene aspectos por mejorar, como la posibilidad de aplazar el inicio de clases un semestre para coincidir con el calendario de admisión de universidad públicas como la Nacional, es una política pública que trata directamente el problema de desigualdad social en Colombia. Muchos estudiantes han podido acceder a universidades de élite costosas. Este programa pone a ricos y pobres en la misma aula y permite igualar su nivel educativo.
En vez de satanizar el programa, la opinión debería hacer un examen más a fondo de la situación que aqueja a la educación pública, que está carcomida por un sindicato que defiende profesores poco cualificados y rechaza cualquier cooperación academia-empresa.
En Alemania, país donde la educación es gratis, alrededor del 60% de la inversión en investigación es financiada por privados con una estrecha cooperación con universidades. Nadie insinúa que la educación se esté privatizando debido a esta relación.
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