Reinhard Heydrich fue considerado por algunos historiadores como el tercero en la línea de mando, después de Hitler y Himmler. Fue protagonista en “la noche de los cristales”. Este linchamiento fue llevado a cabo la noche del 9 al 10 de noviembre de 1938 contra los judíos. 91 fueron asesinados y 30.000 deportados y más de 1.000 sinagogas destruidas. El nombre se debe a la cantidad de cristales rotos que quedaron en las calles luego de la destrucción de los negocios de los judíos.
El propio Hitler desde el Castillo de Praga estableció el Protectorado alemán sobre Checoslovaquia. Primero fue von Neurath y luego Heydrich como ya dijimos. A las 10:35 de la mañana del 27 de mayo de 1942 estaban apostados, Jan Kubis y Jozef Gabcik, dos de los conspiradores, en una curva de la carretera por la que “la bestia rubia” debía pasar. Al frenar el carro Jan apuntó, pero su fusil se encasquetó. Por ello Jozef lanzó una granada que hirió al “Carnicero de Praga” quien salió a disparar, pero poco después cayó.
Después de ser auxiliado en Praga el herido fue llevado a Berlín donde el propio médico de Hitler, Theodor Morel, lo atendió, y murió el 4 de junio víctima de septicemia, producida al parecer por unas hebras de caballo del cuero del asiento del automóvil que se incrustaron en el cuerpo del asesinado. El propio Hitler presidió el soberbio funeral y no dejó de criticar a su subalterno por desplazarse sin escolta.
En Londres los que ayudaron a preparar el atentado sabían de las terribles represalias que provocaría el hecho. En efecto fueron miles los checos asesinados y deportados. Creyéndose equivocadamente que los asesinos eran de Lídice y Lezaky Hitler ordenó borrarlos del mapa. Todas las mujeres y los mayores de 16 años fueron asesinados y 13.000 deportados a los campos de concentración de Treblinka, Sobibor y Belzec. El pueblo de Lídice fue totalmente arado con buldóceres. Miles de cruces iguales se han sembrado en el lugar para recordar y honrar a las víctimas.
La implacable persecución de los asesinos se inició inmediatamente. La Gestapo ofreció un millón de Reichmarks de recompensa a quien los delatara. Un sacerdote les dio refugio en la iglesia ortodoxa de San Cirilo y San Metodio. Karel Curda, uno de los conjurados, viendo las terribles represalias ordenadas por Hitler decidió delatar a sus compañeros de conspiración. Después diría que un millón de marcos no se desprecian tan fácilmente. 800 soldados de las SS hitlerianas rodearon la iglesia. Los conjurados estaban en el sótano. Allí trataron de abatirlos con armas de fuego, con gases e incluso tratando de ahogarlos inyectando agua por una ventanilla. Los valientes defendiéndose desde dentro mataron incluso a 14 nazis e hirieron a 21. Cuando ya caían en poder de los nazis, los valientes checos, en número de 10, se suicidaron en la cripta.
Mi última visita a Praga fue a esta iglesia, convertida en monumento que honra a los valientes. Hay fotos de Hitler, de Heydrich y de otros jerarcas nazis. Recorrí la cripta con profunda emoción. Los nazis asesinaron al obispo ortodoxo que ayudó a los conspiradores. En las paredes interiores y alrededor del ventanuco exterior por donde los nazis inyectaron el agua se ven los huecos de las balas. Pasada la guerra, en 1947, Curda, acusado de traición, fue ejecutado. Así, profundamente emocionado, terminé mi visita a la bella y heroica ciudad de Praga.
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