Tal vez por ser tan apetecida su carne, la guagua tiene muchos nombres comunes. Se encuentra desde México hasta la Argentina y en cada país goza de variadas denominaciones. El vocablo utilizado en México quizás sea el más sonoro y es palabra del dialecto náhuatl: tepezcuintle. En Colombia la llamamos guagua, paca, lapa, guartinaja, boruga y picure. Aunque en algunos países picure es otro animal, muy parecido sí a nuestra guagua, en la selva colombiana se usa la palabra picure para designar a la guagua y existe el verbo picurear que es un colombianismo que significa escaparse y así lo encontramos, por ejemplo, en La Vorágine cuando hablando de Clemente Silva dicen que es “un picure que solo sabe decir Coutinho, Pegi, Zouza, Machado”.
La guagua vive cerca de los ríos y la suelen cazar por la noche alumbrándola con linterna. Se la descubre porque a la luz sus ojos brillan. Su carne es muy apetecida y el peligro para su pervivencia no es tanto la cacería sino la destrucción de su hábitat. He visto que en la selva la domestican y la crían como se crían los cuyes con fines alimenticios. Incluso en una muy dura travesía que hice por la selva del Chocó vi y fotografié a una indígena que amamantaba una guagua dándole de mamar su propia leche.
En Katíos hay chigüiros. Y quiero aprovechar este momento para aclarar un asunto. Los lectores recordarán que hace unos años, 3 ó 4, hubo una gran sequía en los Llanos Orientales y los periodistas hablaban de “catástrofe ambiental” y de la “muerte de miles de chigüiros”. Sí y no, sobre todo no. Es común oír hablar a los colombianos sobre los periodistas y dicen que son exagerados, que magnifican todo, que buscan el sensacionalismo. Esta apreciación también es exagerada, pero…
Soy testigo del sensacionalismo de algunos, tal vez de muchos, y lo soy porque dan noticias y hacen comentarios exagerados sobre acontecimientos que yo he vivido o estoy viviendo en ese momento en regiones apartadas del país. Y yo sé que están magnificando las cosas. Tal fue el caso de la sequía de marras. Sequías en los Llanos hay todos los años y cada vez serán peores y cada vez mueren centenares, miles de chigüiros. Lo que ocurrió en la eventualidad que comentamos es que unos periodistas fueron y vieron chigüiros muertos y constataron la sequía y vinieron a poner el grito en el cielo, en la prensa, en la radio y en la televisión y lo peor del caso es que mostraban siempre las mismas fotos de unos chigüiros muertos. Los adoloridos periodistas, dándose ínfulas de ecologistas, hablaban de catástrofe ambiental de proporciones apocalípticos. En el verano que acaba de pasar en este 2018, en los meses de enero, febrero y marzo, volvió la sequía y comenzaron a morir los chigüiros. El asunto es que no se asomó por allá ningún periodista a hacer el escándalo. Y qué mal que le fue a la pobre directora del Instituto Humboldt cuando salió por los medios a comentar que ese es un fenómeno que ocurre todos los años. La tildaron de mal corazón, de ignorante en asuntos de ecología, hasta pedían que la destituyeran de su cargo. ¿Cuál es la realidad? Ante todo que los chigüiros son casi una plaga, son muy prolíficos y constituyen una peste para la ganadería porque viven casi todo el tiempo en el agua y allí dejan sus excrementos y contaminan el líquido para el ganado. El peligro de que se acaben los chigüiros es prácticamente inexistente.
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