El palacio Wallenstein, del que estamos hablando, adorna su jardín con estatuas de dioses y héroes del mundo griego: Apolo, Baco, Neptuno, Adonis, Venus y Hércules. Las estatuas son copias pues los originales fueron robados por los suecos. En varias partes de Praga repiten la misma historia: aquí robaron los suecos, en la Guerra de los Treinta Años. Hércules representaba el poderío y la grandeza del imperio austro-húngaro y en sus principales ciudades se encuentran todavía estatuas del semidios griego adornando palacios y jardines. El autor de las estatuas del palacio fue Adrien de Vries considerado el mejor escultor de la época. El jardín tiene un muro, inmenso también, en el que hay estalactitas artificiales. Es este muro extraño hay figuras de animales, de monstruos y de seres fantásticos.
Yo había oído hablar del Muro de John Lennon. ¿Cómo no visitarlo? Su historia data de la época de la dominación comunista. Los jóvenes, desafiando a los tiranos escribían frases libertarias y homenajes al cantante. Siempre hay jóvenes frente al muro y nunca faltan los que acompañados de guitarra cantan sus canciones. Sobra decir que muchos de los jóvenes parecen levitar. ¿O sea, m’entendés? No solo jóvenes, personas de todas las edades se acercan al colorido muro al que ya no le cabe un graffiti más.
Todavía nos quedan muchos monumentos por visitar en la Nove Mesto o sea la llamada Ciudad Nueva. Tenemos dos de las plazas más importantes de Praga: La plaza de Carlos IV y la de San Wenceslao. A esta la preside una estatua de tamaño ciclópeo del patrono de Bohemia, San Wenceslao. Más que plaza es una larga avenida de dos carriles orlada por bellos palacios. Allí encontramos la Ópera Estatal, el Museo Nacional, la iglesia de Nuestra Señora de las Nieves, el icónico Hotel Europa, el Monumento al Comunismo, triste recordatorio de esta etapa dolorosa en la historia de la ciudad y cerca de él el altar que honra a Jan Palach el checo valiente que se inmoló para protestar contra la tiranía soviética. En el monumento al comunismo conservan una sala de interrogatorios con una máquina de escribir y una mesa. En la plaza se encuentra el Museo Mucha, dedicado a Alfons Mucha, máximo representante del “art nouveau” en Praga. La plaza de San Wenceslao ha sido testigo de muchos acontecimientos importantes de la historia de la ciudad. Allí, por ejemplo, se reunió la multitud que en 1989 celebró jubilosa el fin de la tiranía soviética. La plaza de Carlos IV, es un pulmón de la ciudad, dotado de amplios jardines y rodeado por edificios en su mayoría anexos a la universidad. Allí se encuentra la iglesia de San Ignacio, notable por su rica ornamentación barroca, muy jesuítica.
No podía dejar de visitar el Museo Dvorak, músico de mis preferencias. Ocupa el palacio de verano de los Michna y ostenta una portada barroca. Célebre en la ciudad es la llamada Casa Danzante, notable por su audaz diseño moderno que rompe con todo el entorno arquitectónico de la ciudad. Podría definirse como un edificio ladeado, quebrado por la mitad, que parece a punto de caerse. Por su aspecto lo llaman el Casa Danzante o Fred y Ginger, en honor a la más famosa pareja de bailarines que ha existido: Fred Astaire (el mejor de la historia) y su partenaire Ginger Rogers. Para ser exactos digamos que no eran bailarines de ópera. La Casa es ocupada por oficinas, no está abierta al público.
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