Existe todavía en la República checa y especialmente en Praga el movimiento husita, fiel a las doctrinas del célebre reformador. Ellos lo consideran santo y en la plaza de la ciudad vieja de Praga se ha levantado un soberbio monumento en su honor.
Imposible hablar de la historia de Praga sin recordar las célebres “defenestraciones”. La palabra, como tantas, es de origen latino. Fenestra se dice en latín, finestra en catalán, fereastra en rumano, fenêtre en francés y en castellano ventana. Pero sí tenemos en nuestra lengua una palabra que viene del latín: defenestrar, que significa lanzar algo por la ventana, que en el caso de la historia checa se trata de personas arrojadas desde ventanas. Se habla de cuatro defenestraciones, cuyas fechas son: 1419, 1483, 1618 y 1948. Las tres primeras tuvieron causas religiosas y también políticas, y la última política. Las dos primeras obedecieron a conflictos entre católicos y husitas. La tercera fue ocasionada por rivalidades entre católicos y protestantes y la última es uno de los tantos crímenes de los comunistas.
El 30 de julio de 1419 en el curso de una procesión organizada por los husitas desde un piso alto lanzaron una piedra contra la manifestación. La turba enfurecida subió y arrojó a la calle a siete miembros del concejo municipal. Allí la multitud los ultimó.
La bárbara venganza de lanzar por la ventana en Praga se repitió el 24 de septiembre de 1483. Unidos los católicos con los husitas moderados la emprendieron contra los husitas radicales pero estos, prevenidos, mataron al alcalde y a varios concejales y los lanzaron por una ventana. Cero y van dos.
Pero no acabó aquí la costumbre de lanzar por las ventanas. La tercera sobrevendría en la época de la Guerra de los Treinta Años que corresponde a la dinastía de los Habsburgos cuyo reinado se extendió durante 400 años.
Fernando II, ferviente católico, fue elegido rey, lo que no gustó a los protestantes. Por otra parte el rey pretendió abolir el protestantismo. Furiosos los discípulos de Lutero el 23 de mayo de 1618 apresaron a dos gobernadores imperiales y a su secretario, los lanzaron desde una ventaba del castillo y cayeron sobre estiércol lo que les salvó la vida y fue considerado como un milagro por los católicos; el rey los condecoró. Este fue el inicio de la Guerra de los Treinta años (1618-1648) cuyo origen religioso se trasladó rápidamente al terreno político e incendió prácticamente a toda Europa. El tratado de Westfalia puso fin esta guerra.
Aún hubo otra defenestración, esta vez no tan clara. La víctima fue Jan Masayk, hijo de Tomás Garrigues Masaryk, primer Presidente de Checoslovaquia cuando en 1918 se fundó la República. Tomás renunció en 1935 y murió en 1937. De Tomás hablaremos más tarde. Jan era el único ministro no socialista del gabinete del presidente comunista Gottwald y fue encontrado muerto el 10 de marzo de 1948 en el jardín del Ministerio de Exteriores debajo de la ventana del cuarto piso. Algunos hablan de suicidio. Pero conociendo el “modus operandi” de los comunistas lo más seguro es que fue defenestrado. Con su muerte se afianzó el gobierno comunista sobre Checoslovaquia. Un chiste cruel acuñado en esa ocasión dice que Jan era tan ordenado que cuando saltó por la ventana tuvo buen cuidado de cerrarla tras de sí.
Llegamos ahora al reinado de Francisco José I, emperador de Austria y rey apostólico de Hungría, de cuyo reinado hemos hablado en varias ocasiones.
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